Ya sea que tú lo ames o lo odies, Ayrton Senna fue especial. Y no sólo en la pista Él fue carismático, encantador, implacable y obsesivo. Adorable y, sin embargo, desagradable.

Mark Hughes

Ayrton Senna entró al deporte motor como un huracán de contrasentidos. ¿Lo tomó él como rehén o fue -como recientemente lo sugiere la película Senna- la víctima del sistema? Casi seguro que ambos.

Ni el paso del tiempo ha debilitado su legado. Él es más reverenciado ahora que cuando estaba vivo, y el carisma e inmenso talento revestido con un halo espiritual significa que la objetividad acerca de él es difícil de lograr. Esto podría no ser sorpresivo si pronto hubiera una campaña para su beatificación, pero ningún santo podría dominar este deporte como él lo hizo. Él no fue completamente bueno ni completamente malo, pero cuando fue malo, fue muy malo, y cuando fue bueno, dentro del auto o fuera, fue sublime. Esto es como si no conociera la diferenciación entre los extremos polares, la mediocridad, lo promedio.

Cada que se intenta escribir una valoración balanceada acerca de él, se puede incurrir la falta de equilibrio, ya que se puede ir del elogio a la burla, del amor al odio: balancear esto es casi imposible, pues el campo de fuerza de sus lasers como persona te empuja a un lado o al otro.

EL ÁNGEL

El conducía con un toque de ángel. Sea que el naciera con un talento natural prodigioso o su necesidad insana de siempre ser el mejor, eso no importa; para cuando llegó a conducir en la Fórmula Ford en GB ya era un coloso dada su carrera en karts. Cada año, hablando del fenómeno brasileño, Chico Serra solía decirle a Ralph Firman, de Van Diemen: “Sólo esperen a que ‘Fast Man’ llegue aquí”, refiriéndose a alguien que aún estaba en los karts. Pero Fast Man tardó algunos años más para llegar. Cuando lo hizo se cumplió el dicho de Chico y se convirtió en una mezcla asombrosa de control del auto y entrega.

En las categorías FF1600, en 1981, FF2000, en 1982 y F3 Británica, en 1983, las carreras y los títulos se le rindieron. Un ejemplo: en F3 en el trazo Club de Silverstone, en la carrera que antecedía a la suya, hubo un percance en un auto que perdió aceite en la línea en Woodcote y había un camino de polvo de cemento hasta el área de frenado y en la curva. Primera vuelta y Senna encabezó el pelotón revuelto y frenó como si no hubiera aceite, mientras los demás entraban con precaución. Su auto patinó un poco, pero corrigió casi antes que sucediera y se fue.

La brecha que abrió con los demás con este poquito de audacia se mantuvo hasta la de cuadros; compromiso total hasta parecer arrogante, como si el destino no osara incomodarlo; era como si su mente ya estuviera convencida de su grandeza. Con creciente frecuencia, el mundo automotor empezó a estar de acuerdo con esta opinión.

En la prueba con Williams en Donington, Senna fue más rápido de lo que el campeón del mundo reinante, Keke Rosberg, había sido jamás en ese auto. En la famosa prueba de McLaren en Silverstone, no pudo superar a Martin Brundle y Stefan Bellof tras que ellos hicieron una corrida cada uno, pero mantuvo el pie del acelerador a fondo aunque el motor explotaba cuando él completaba un giro. A pesar del enojo que le causó a Ron Dennis, negoció una segunda corrida con un motor nuevo y logró ser más rápido. En la prueba con Brabham en Brands se puso en contención por un asiento en la escudería, hasta que Nelson Piquet vetó la idea, temeroso de un piloto que ni siquiera había participado en un gran premio. El rumor se corrió.

Que haya elegido a Toleman probablemente sólo aumentó su reputación. Cualquier baja de desempeño de novato podría atribuirse al auto y cualquier cosa arriba del nivel del carro sería evidente obra suya. El maravilloso manejo en Mónaco bajo la lluvia, en que el triunfo aparentemente le fue arrebatado, y calificar tercero en la última carrera del año en Estoril, sólo confirmó lo que el mundo de fórmulas menores ya sabía: era mucho más que un piloto joven veloz. Él estaba más allá. Era como si estuviera preordenado que al entrar a Lotus en su primera temporada en un auto competitivo iba a eclipsar cómodamente a un talento reconocido como Elio de Angelis, usando la fuerza bruta de su velocidad y personalidad para volverse el centro de atención del equipo. Ésta había sido la fortaleza del italiano durante seis campañas y en medio año Senna la derrumbó.

La historia se desarrollo como debía, con él reconociendo las limitaciones de Lotus, la coincidencia de ambiciones que fue su sociedad con Ron Dennis, la escala del reto representado por su coequipero en McLaren, Alain Prost, y el compromiso preocupante que esto produjo en Senna dentro y fuera de la pista. Él elevaría su nivel al tamaño requerido, llevándolo a sitios a los que Prost rehusó ir. Era la guerra y Senna siempre prevaleció en una, porque estaba obsesionado.

Obsesión y arte fue la combinación explosiva que lo llevó a ser una fuerza irresistible. Los días lluviosos dejaron salir su arte -Mónaco 1984, Estoril 1985 y Donington 1993- cuando su control del auto, fluido y sin esfuerzo, le permitió comprometerse a un momentum imposible para el resto. Su obsesión lo llevó no sólo a tomar cualquier riesgo que fuera necesario sino también a investigar todo detalle técnico. Jo Ramírez, ex coordinador de McLaren: “El piensa en todo esto mucho más que cualquier otro piloto que yo haya visto. A veces, aun cuando ya estaba en el hotel tomando una ducha, pensaba algo más y no le importaba regresar a la pista a platicarlo otro poco”.

En McLaren trabajó cercanamente con su ingeniero de motores de Honda, Takeo Kiuchi. “Cuando nosotros hicimos simulaciones”, rememora, “usualmente el tiempo de un piloto en la carrera es un poco más alto que el mejor en simulaciones. Pero Ayrton fue siempre un poco más rápido, y debido a que no se podía simular lo que hacía con su combinación llanta-motor. Tenía una forma de darle toquecitos al acelerador que la gente pensaba que no era más que un modo de mantener máxima presión en el turbo. Quizás empezó así, pero siguió usando el estilo aun con motores normalmente aspirados Él usaba el acelerador para poner más torque a través de las llantas y cambiar la adherencia de la suspensión un poquito cada vez hasta que la llanta se saturaba y patinaba. De esta forma, conseguía mejor trayectoria antes del ápice de la curva sin usar tanto la dirección. Él fue el único piloto que jamás vi hacer eso”.

“Él pensaba muy hondamente en los detalles que le permitirían manejar más rápido”, dice Ramírez, “pero en términos de conseguir que el auto hiciera el trabajo, Alain fue el maestro. Era mejor en la puesta a punto y cuando ponía el auto a la perfección era simplemente increíble, incluso más rápido que Ayrton. ¿Pero cuántas veces consigues la perfección en carrera? Una vez en 10 si tienes suerte y las otras nueve, cuando el auto no estaba perfecto, Ayrton podría sacar más de sí mismo, más que ningún otro que haya yo visto”.

Ser coequipero de Prost lo impulsó a mayores alturas. Prost era percibido como el mejor piloto del mundo cuando Senna se le unió en McLaren en 1988. Senna obviamente estaba en una misión para dejar en claro que esa percepción era errónea. Durante el fin de semana en Mónaco –su tercero como coequiperos– había rumores de que él intentaría lapear a Prost en este circuito, en el que el piloto contaba más que en cualquier otro. Aquí es donde él dijo que tuvo su gran experiencia mística en la calificación, cuando se encontró girando dos segundos más rápido que Prost – con la tentadora posibilidad de conseguir más si estaba preparado para caminar a través de la siguiente puerta de la percepción.

En ese momento, dijo que se asustó porque no entendía lo que estaba pasando – y regresó a los fosos. “Estaba haciéndolo casi inconscientemente. Realmente no podría haberlo sobrellevado de una manera que yo encontrara sencilla”. A la pregunta de si tendría esta experiencia nuevamente, replicó: “No, con esa intensidad, no. Pero en un nivel menor… no hay necesidad de ir ahí más”. Así se formó la leyenda de Senna, el chaman conductor, desde su caldo burbujeante de emociones y talento etéreo. La motivación era prevalecer – y él iría a cualquier nivel que fuera necesario para conseguirlo.

Esas emociones, derivadas del poder de sus deseos, absolutamente potenciaron a Senna.

“Él era completamente único en el sentido de qué tanta adrenalina usaba para conseguir, no sólo ganar carreras, sino realizar fantásticas vueltas de calificación y, por supuesto, conseguir campeonatos mundiales”, comenta Ron Dennis, “y eso fue siempre para él como una montaña rusa emocional. Nunca se sintió cómodo en el nivel en que estaba colocado”.

“Enfrentaba las pruebas de calificación como si fueran una experiencia religiosa”, agrega Ramírez. “Nunca vi concentración como ésa. Entraba en trance”. Extraía el poder de su mente o alma, con la creencia que había un poder real interno que explotar y que cuando de alguna manera lo sintonizabas en frecuencia universal podías usarlo para conseguir cosas que ordinariamente estarían fuera de alcance. Probablemente extrajo más de sí que ningún otro piloto antes o después.

Sabiendo todas estas cosas –su creencia que podía trascender los límites normales si hurgaba en lo más profundo de su ser; su sentido distorsionado de la indignación si pensaba que era víctima de injusticia; su casi guerrero compromiso a prevalecer; su experiencia mística en Mónaco– las circunstancias a principios de 1994 son una horrible tormenta perfecta. Completamente convencido que el Benetton de Michael Schumacher estaba usando el control de tracción prohibido, arribó a Imola sin haber marcado un punto mientras su rival había ganado ambas carreras disputadas, pese a que Senna había sacado de la chistera algunas actuaciones irreales para poner al defectuoso Williams de principio de temporada en la PP. “Yo sé algunas de las razones por las que llegué a ese límite”, dijo de su compromiso en Mónaco 1988, cuando fue a probar, de una vez por todas, con autos iguales quién era el mejor piloto del mundo.

“El deseo de ir más allá era tan grande”. Piensen en esas palabras mientras lo imaginan en su Williams durante las primeras vueltas en Imola, liderando la carrera a pesar de tener todo en contra y con Schumacher justo detrás acosándolo en un auto más veloz; el pavimento desigual en la corrida rumbo a Tamburello en la línea más rápida, pero que en el Williams con tendencia a paralizarse era la más peligrosa. Simplemente demasiada emoción, demasiada agitación y en ese instante horrible se salió de la pista. Momentos más tarde nos dejó también y aunque la F1 ha florecido enormemente desde entonces, nunca volvió a ser la misma.

EL DIABLO

Durante su pelea, Alain Prost dijo: “Ayrton tiene un problema, y es que cree que Dios lo cuidará en el auto”. Con casi total certeza Senna no creía eso, estaba consciente de los peligros involucrados, pero lo verdaderamente interesante de la teoría de Prost era que Senna felizmente permitía que esa percepción prevaleciera para luego usarla como ventaja; era realmente muy difícil correr llanta con llanta con alguien que creías que se sentía bajo protección divina.

Él utilizaba cualquier cosa que creyera pudiera ayudarlo en lo que visualizaba como justicia natural en la que él, como el piloto más rápido, sería el más exitoso, incluso en cosas que no fueran justas por naturaleza. Imola 1989 fue un claro ejemplo. Él y Prost tenían un acuerdo de no pelear la primera curva, que cualquiera de los dos que hiciera la mejor arrancada estaría libre para tomar la línea en Tosa, dejando que los McLaren tomaran distancia del resto – y sólo entonces comenzarían a correr entre ellos. Todo estuvo bien en la largada; Senna tuvo mejor inicio y Prost se alineó detrás, pero luego el accidente

feroz de Gerhard Berger hizo que apareciera la bandera roja. En la rearrancada fue Prost el que salió mejor. Ahora el acuerdo era horriblemente inconveniente para Senna, quien simplemente se le metió por dentro en Tosa al indefenso Prost. Usar la excusa que el acuerdo era únicamente para la primera arrancada era fatuo – y él lo sabía. Luego, cuando Prost lo comentó con él en una prueba en Pembrey, Senna estaba en llanto; la verdad lógica del razonamiento de Prost fue que entró en conflicto con el complejo de superioridad de Senna.

En la pista, su mundo, el fin definitivamente justificaba los medios. Una pequeña frenada a media curva (como la que Nigel Mansell creyó recibir en Suzuka 1991) o quitar del camino a un piloto que lo precedía (Alessandro Nannini, Hungría 1990) no tenían consecuencias en su mente por ser actos contra inferiores que no tenían siquiera derecho a retarlo. En última instancia, un piloto tan grande como Prost fue puesto por la mente de Senna en este papel de inferior, lo que era su fuerza a la vez que el núcleo de su debilidad, al irse acumulando esas contradicciones encima de él.

Cuando un “inferior” lo vencía, él perdía toda racionalidad y era propenso a un cortocircuito.
Senna fue el primero que actuó para mejorar la seguridad de los autos y circuitos; a la vez, usaba tácticas que en épocas anteriores hubieran sido impensables. Con eso cambió las condiciones del combate unilateralmente – y no todos estaban listos para pelear bajo sus reglas. También, sin darse cuenta, marcó la pauta a seguir para los impresionables pilotos jóvenes y así contaminó el deporte con una etiqueta peligrosa y de bajo nivel.

Senna había roto hostilidades con Prost en Estoril hacia el fin de su primera temporada juntos, empujándolo hacia el muro de fosos mientras iban a fondo en última velocidad, movimiento como el que Schumacher infligió a Rubens Barrichello en Hungría en 2010. Construyó y construyó desde ahí hasta Suzuka 1990, cuando, según admitió después, mantuvo deliberadamente su pie derecho en el acelerador en la primera curva, asegurándose de golpear el auto de su rival con la fuerza suficiente para sacarlos a ambos de la carrera, asegurando así el campeonato para él mismo.

Debe recordarse también, lo mal que había sido tratado por la FIA esa vez y en la misma carrera en 1989, y qué tan cercana era la relación entre Prost y el presidente de la FIA, Jean Marie Balestre. Es difícil no estar de acuerdo que Senna fue víctima de una conspiración ese fin de semana –el movimiento de la Posición de Privilegio hacia el lado menos ventajoso de la parrilla después que Senna la había obtenido– pero la solución fundamentalista de Senna rebasó los límites. “Hablé con él al respecto mucho tiempo después”, dijo Ron Dennis, “y lo que hablamos no era inconsistente con nuestro punto de vista común, que no ganábamos a toda costa.. no fue uno de sus mejores momentos y no estaba orgulloso de ello”.

Senna tenía un sentido sesgado del derecho, según confirman sus diversas diatribas oídas en la película. Su perorata acerca que Prost evitó que fuera a Williams en 1993 evidencia esa sensación creciente de que era un niño malcriado. Sí, era el mejor piloto de su época, pero frecuentemente se comportó como si eso debiera darle derechos

exclusivos. Hijo empecinado de un hombre rico, nunca nada estuvo fuera de su alcance. Hay que acreditarle que tuvo la intensidad para que esto no lo volviera el clásico piloto hijo de papi, rápido un día, no al siguiente, sin poder convocar el temple requerido. Ayrton nunca fue así. Era alguien con una rabia interior por ser siempre el mejor, el más rápido y completamente comprometido con esa meta. Probablemente, de ahí venía ese sesgo.

Otra foto mental de la conferencia de prensa posterior a la carrera de Donington 1993 después de haber manejado una de las mejores carreras que piloto alguno haya logrado en la historia del deporte. Estuvo fascinante en el recuento de sus experiencias de esa húmeda tarde, pero mostró una total falta de elegancia cuando Prost dio su versión. Alain estaba explicando varios detalles – cómo eligió lo que en retrospectiva fue la incidencia equivocada de alerón para una carrera húmeda, su agarre excesivo hacía que las llantas se bloquearan en las curvas lentas. Senna sentado a su derecha echado hacia atrás, fuera de la línea de visión de Prost, haciendo patente su aburrimiento, incluso poniendo los ojos en blanco en cierto momento.

Finalmente, interrumpió a Prost con el golpe bajo de: “¿Quieres intercambiar autos conmigo?”. Esto sacó algunas risas de sus aduladores en la prensa, pero fue una grosería sin gracia en un día en que se podía permitir lo opuesto. Una contradicción más entre muchas.

Sus exigencias de competencia a sus equipos fueron parte de lo que lo hizo grande. Pero las enormes exigencias financieras que hizo a McLaren una vez logrados los éxitos que trajeron títulos contribuyeron al detrimento en competitividad de los autos que manejó en las siguientes campañas. “Su salario chupó gran parte del flujo de caja disponible de la compañía, y sin duda sufrimos por no tener dinero para desarrollar el auto”, explicó Dennis, “mientras que Williams tenía pilotos más baratos y efectivamente se concentraba en su auto, así que parte de mí –quizá injustamente– sentía: ‘Hemos pasado dos años tratando de cumplir tus demandas financieras en detrimento del desarrollo del equipo, y de buenas a primeras te vas a un auto que se benefició de toda esa inversión para tus propios intereses’”.

¿CUÁL ERA ÉL?

No hay decisión en esto. Él era ambos. Un hombre gentil fuera del auto, de gran compasión e inteligencia, su trabajo caritativo por su país fue de iniciativa propia, su mayor legado. Miles de niños brasileños siguen beneficiándose del fenómeno que fue Ayrton. Carismático, artículado y reverenciado, era una fuerza irresistible – la cual usó para el bien a gran escala, pero que a veces también mal empleó en la carrera que lo hizo famoso. Uno de los más grandes pilotos que el mundo haya visto era también un gran hombre. Pero los grandes hombres no siempre son buenos. Es alucinante pensar en lo que podría haber logrado una vez que hubiera dejado de ser piloto, pero ése fue el único privilegio que se le iba a negar.