Aunque llegó como campeón de GP2 en 2006 a Williams y de inmediato obtuvo su primera VR, nunca pudo lograr mucho más con los ingleses –otra VR y dos podios en cuatro años– y terminó por firmar con Mercedes que regresaba a la F1 tras una ausencia de 55 años.

Hijo del campeón mundial de 1982, el finlandés Keke, Nico aprendió de Schumi durante tres años en la escuadra de Brackley y siempre superó al veterano, pero no sería hasta 2013 que obtendría su primer triunfo, en el GP de Mónaco, Para 2014 pelearía el título con su coequipero Lewis, perdiéndolo en la fecha final, y arrancó 2015 con cuatro derrotas aplastantes antes el propio Hamilton, pese a manjar el mejor auto de la categoría, hasta que se impuso en España.

Parece haber retomado la confianza que tuvo en gran parte de 2014, pero casado y con un hijo en camino, quizás eso no le ayude a tener el instinto de triunfador que su padre poseía a raudales. Esa es su gran falla, es considerado un piloto relativamente suave, que prefiere usar la cabeza que entablar una pelea, lo cual le cuesta mucho ante otros más agresivos. Si puede subsanar ese defecto, tendría oportunidad de ser campeón, pero de no hacerlo seguirá siendo un buen segundo y nada más.