Carlos E. Jalife Villalón

Tanto la F1 como la MotoGP, su equivalente en dos ruedas, están en su receso momentáneo de agosto, el de este año en particular dictado por los Juegos Olímpicos.

Los rumores acerca de las diversas contrataciones o firmas son abundantes, pero el enigma más grande del deporte motor, mayor que si se queda Schumacher o si refirman en McLaren a Lewis, era el del futuro de Valentino Rossi, quizás el mejor de todos los tiempos. Pues acaba de ser resuelto.

Valentino fue un hombre de Honda (2000-2003) en sus inicios en la clase reina, los 500cc que se volverían MotoGP en 2002; luego se fue a Yamaha y los regresó al primer plano y les dio 46 triunfos (su número de carrera, por cierto) entre 2004 y 2010, pero encontró un reto nuevo: levantar a Ducati y hacerla una moto ganadora de campeonato mundial. Valentino aceptó pues es italiano, y aunque la paga es buena, el orgullo nacional lo es más.

Pero 2010 había sido un año malo por el accidente en que se rompió la pierna derecha y llegó a la firma italiana recuperándose de su lesión. Su coequipero desde entonces era Nicky Hayden, el campeón de 2006.

Pero la Ducati GP11 y luego la GP12 no funcionan al gusto de Valentino, quien se ha pasado temporada y media sin ganar, con un par de podios como mejores resultados para alguien que había ganado 105 carreras en 15 años y subido 174 veces al podio.

Ducati fue comprada en abril por Audi, que intentará emular la anterior incursión del grupo VW con una firma italiana de renombre (Lamborghini), pero Rossi era la clave de su estrategia, pues es el mejor piloto, el más popular y además el orgullo de Italia.


Habían ofrecido como un millón de euros por carrera para que Valentino renovara en 2013, pero el italiano sopesó sus posibilidades y exigía una moto a la altura de sus nueve títulos mundiales, lo cual no podía asegurar la firma italiana.

La opción para ‘Il Dottore’ era Yamaha, que recientemente había quedado con un asiento libre en su escuadra oficial por la salida de Ben Spies.

Ahí tendría de coequipero a Jorge Lorenzo (campeón 2010 y líder 2012), a quien no le hace mucha gracia el retorno de su antiguo rival a la firma nipona, pero reconoció que le gustaría volver a medirse con Rossi más maduro; la batalla entre ellos será de mayor intensidad en 2013 y probablemente definirá el título.

La decisión de regresar a Yamaha fue, a final de cuentas, simple. “No hay moto ganadora, no corro con Ducati”, pensaría. Para un grande como Rossi, el dinero es lo de menos, el triunfo –y su sitio en la historia– es lo relevante. ¿Ducati? ¿A quién le importa?