Por: Fernando Tornello

Claro que la F1 tiene sus mayores bases en Inglaterra, enfrentada con fuerza a través de la historia por la Ferrari italiana. Por tradición, estos dos son los países más fuertes de la categoría, más allá de los nueve campeonatos alemanes de Schumacher y Vettel, los cinco argentinos de Fangio o los ocho brasileños de Fittipaldi, Piquet y Senna.

En sus más de 60 años de vida, la Fórmula 1 se apoyó en equipos ingleses, aunque el más popular sea italiano y algún francés, como Renault, logre conquistas parciales para un país que perdió el tren de la historia y lucha por recuperarlo.

Pero el nuevo milenio trajo aires renovadores a la categoría, en la que el idioma español se escucha cada vez más fuerte.

Primero fue el latino español Fernando Alonso, quien con sus títulos de 2005 y 2006 asoció nuestro vocabulario a un logro que desde las épocas de Fangio no se conquistaba. El mismo Alonso, que asombra al liderar el certamen 2012 tras el GP de Malasia, con un auto inferior que no está ni para terminar en el podio, pero al que el asturiano le extrae lo poco bueno que tiene.

Y ya se suma nuestro latinoamericano mexicano «Checo» Pérez, quien puede mostrar con orgullo que es digno sucesor de la gloriosa dinastía de los hermanos Rodríguez.

Ambos hispano parlantes deleitaron a los fans durante el GP malayo, marcado por la lluvia y los imprevistos, carrera típica para que se luzcan los mejores, como sabía muy bien hacerlo el inolvidable Ayrton Senna.

En las peores condiciones de piso, cambiante de mojado a seco, Alonso, un consagrado, y «Checo» Pérez, el gran prospecto mexicano, demostraron que ambos son dignos herederos de los que dejaron sus huellas como los mejores de sus épocas.

Lo de Alonso es conocido por todo el mundo de la F1, un piloto con enorme talento, odiado por los fans de Schumacher, a quien destronó hace poco más de seis años, amado por los puristas de la categoría, que ven en el español al émulo de los grandes como Stewart, Prost, Senna, listo para entrar en la historia que comenzó a escribir Fangio en los años 50.

Un piloto que carece de simpatía cuando se baja de su coche, pero que «habla» con su manejo y sus demostraciones, sobre todo cuando se carga a su equipo al hombro y lo lleva para adelante.

Por su parte, «Checo» Pérez no ha dejado de asombrar a los veteranos de la categoría desde que se sentó en el Sauber, en Melbourne 2011.

Todos lamentamos cuando la medida del ala trasera del auto no pasó la revisión técnica en aquel debut, pero los que ven entre las sombras descubrieron en el mexicano virtudes sorprendentes para un joven, pero serio piloto.

Muchos recordaron a Lauda en BRM, a Ayrton en Toleman, a Schumacher en Jordan y al mismo Alonso en Minardi, enormes pilotos que arrancaron con coches modestos, que igual sirvieron para que los cazadores de talentos los apuntaran para jugar en primera.

Así se escribe la historia, con sus ganas de aprender, su carácter sencillo, sin palabras altisonantes, con mucho respeto, es que ‘Checo’ Pérez se está ganando su lugar en Fórmula 1, y lo que es más valioso, su capacidad para llevar el auto al final de cada GP, su cuidado de las llantas, tan sensibles en nuestros días, su manejo fino y veloz, han hecho que muchos lo veamos como un posible compañero del gran asturiano en la Scudería más famosa del mundo.

¿O me estoy apurando demasiado?