Una planta de generación eléctrica tradicional alimentada por carbón es menos eficiente que un motor diésel moderno más o menos decente. ¿Qué significa esto para los vehículos eléctricos? ¿Son realmente tan limpios? JAY NAGLEY investiga.

La sabiduría convencional dicta que si queremos generar suficiente energía para una ciudad,
se necesita una planta de generación grande. Las ciudades generalmente no recurren a fuentes de combustión interna para mantener las luces encendidas. ¿La razón? Puedes ponerle mucha tecnología a una sola fuente de energía para maximizar las economías de escala en una forma que no es viable para muchos motores pequeños.

Así que puede ser una sorpresa que un motor de diésel moderno sea más eficiente que una planta eléctrica tradicional alimentada por carbón. Las cifras del gobierno británico dicen que el 38% de la energía puesta en una planta de carbón resulta utilizable, mientras que la eficiencia de un buen motor diésel moderno es cercana al 40% (al menos corriendo sostenidamente a su velocidad óptima). El más reciente Mercedes-Benz diésel de 2.2 litros alcanza 42%. Incluso el sitio del Fondo de Ahorro de Energía aboga por el uso doméstico de los motores Stirling y diésel para generar energía en lugar de depender de métodos convencionales.

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Eso arroja nueva luz sobre el debate de los vehículos eléctricos. Quemar carbón (como lo siguen haciendo algunas plantas generadoras británicas), convertirlo en electricidad, enviarlo a través de la red eléctrica y luego recargar una batería parece una solución bastante compleja cuando consumir combustible de diésel directamente en el auto da casi la misma eficiencia.

Esto explica por qué la cifra de emisiones
de un auto eléctrico como el Nissan Leaf o el
Renault Fluence es de 75-80 g/km, según la mezcla energética en GB, aunque producen cero emisiones en el escape. Eso no es tan diferente de un Ford Focus 1.6 TDCi Econetic, que emite 88 g/km del escape o cerca de 100 g/km cuando se incluye el CO2 de refinamiento y transportación de su combustible.

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Pero, ¿cómo puede un motor diésel relativamente barato ser tan eficiente como
una planta de generación multimillonaria? La respuesta, según Roelant de Waard, jefe de servicio y mercadotecnia de Ford en Europa,
está en los controles electrónicos. Dice: “El microprocesador ha hecho posible controlar al motor de un auto casi con la misma precisión que la fuente de generación más compleja”.

Ciertamente, las cifras lo respaldan. En 1980 el típico motor de gasolina tenía 23% de eficiencia y un diesel llegaba a 28%. Ahora, estas cifras han mejorado aproximadamente 50%.

En este punto, los franceses deben estarse sintiendo limpios, porque la mayor parte de su electricidad proviene de energía nuclear. Esta fuente de energía no es automáticamente más eficiente que otras, pero es muy baja en emisiones de carbón. Un Fluence en Francia emite 12 g/km de CO2, que es un ahorro considerable.

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Entonces, al enfocarse en el rango y el costo de los autos eléctricos se podría estar viendo el problema desde el lado equivocado. El problema fundamental es sobre la generación de electricidad no sobre las baterías. Hasta que la energía en GB provenga de fuentes bajas en carbón, habrá poca ganancia total
en tener emisiones provenientes de una planta generadora comparada con el escape de un auto.

Para empeorar el problema, GB pondría no tener suficiente energía eléctrica de ningún tipo. Muchas plantas generadoras viejas saldrán de operación en el futuro próximo, y el regulador de energía OFGEM advirtió recientemente que GB podría quedarse sin capacidad eléctrica en el invierno de 2015-2016.

Puede que este no sea el mejor momento para intentar agregar más carga a la red eléctrica. La ironía es que la reducción de emisiones de CO2 de
los autos y el desarrollo de los autos eléctricos son problemas mucho más difíciles que construir nuevas plantas generadoras. Los dos primeros problemas son responsabilidad de los fabricantes automotrices y están siendo atendidos, pero el tercero está en manos del gobierno, y al anuncio reciente que se planea una nueva planta de energía nuclear que inicie operaciones en 2023 tampoco parecer ser la solución.