Si bien no es una generación nueva del sedán insignia de la marca nipona, sí es una inyección notable de juventud y refinamiento a medio ciclo de vida de la tercera generación del Mazda 6 Signature. Es pertinente aclarar que hablamos de la nueva versión Signature, la estrella en esta renovación del modelo que nos tocó probar.
Los cambios son sutiles y en muchos casos pasarán desapercibidos ante el ojo no tan entrenado en materia automotriz, pero viéndolo con calma podemos apreciar que el frente, aunque mantiene las proporciones generales de antes, estrena fascia, parrilla y faros, así como rines de diseño nuevo y una parte trasera que también recibió su respectiva inyección de bótox.
Los cambios en el interior también son evidentes, pues se nota una sensación de mayor lujo y pulcritud en materiales y ensambles. Ahora hay un acabado tipo gamuza en el tablero que, junto a la piel Nappa que recubre casi todo lo demás y algunas aplicaciones de madera de fresno Sen japonesa, nos hace sentir en un auto de marca premium.
Es más, los Serie 3 y Clase C de hace un par de generaciones tenían acabados pobres frente a lo que podemos ver y tocar en el sedán japonés. ¿Equipamiento? Hay de todo: pantalla con sistema de infotenimiento, sistema de audio Bose –de respuesta excelente– , faros LED, ruedas de 19”, navegador, asientos eléctricos con memoria y ajuste de temperatura, climatizador multizona, asistente para conservación de carril, entre muchos otros elementos.
Sin embargo, lo más esperado y representativo del Mazda 6 Signature es la incorporación del motor 2.5 turbo SKYACTIV-G que ya probamos en la CX-9 y que en el sedán hace maravillas. Sus 250 caballos con gasolina Premium –entrega 228 si le pones Magna– y sus 310 libras/pie de torque le cambian por completo el carácter. Es como si el chasis agradeciera que por fin tiene un motor a la altura de su capacidad. Rueda muy bien; es plano, silencioso, preciso y con un aplomo visto solamente en sedanes de origen europeo.
Aunque su ambiente ideal son las autopistas –como sucede generalmente con los sedanes–, el Mazda se nota a gusto en una carretera de montaña con curvas cerradas. La dirección es sumamente obediente y el resto de los elementos le siguen el paso sin problema. Transmite mucha seguridad, pero al estilo divertido de Mazda y no tanto al estilo sobreprotector de Toyota. Acelera y recupera bastante bien gracias a la caja que, además, resulta razonablemente rápida para hacer los cambios.
Un sedán de formas atractivas, buen nivel de equipamiento, calidad de rodadura excelente y finalmente un motor “galletudo” que lo colocan tranquilamente en el podio de los mejores sedanes medianos; donde también viven modelos como el Accord, Camry, Sonata y pocos más.
VÍCTOR ORTIZ