Juego de 3 que gana la consistencia.
En 2013 MotoGP fue un juego de tres que se volvió de dos después de la caída del campeón Casey Stoner en Indy. Se impuso la consistencia de la Yamaha de Jorge Lorenzo, quien se dividió las primeras siete carreras con el australiano y no fue hasta la octava que apareció la segunda moto oficial de Honda en manos de Dani Pedrosa para triunfar.
La batalla no contó con la otra Yamaha oficial, que en manos de Ben Spies fue inefectiva todo el año, tanto que cuando Spies se ausentó tras caerse en Malasia y romperse el hombro, el probador Katsuyuki Nakasuga entró al quite y obtuvo un podio en la final en Valencia, España –una de cuatro fechas en ese país– para mostrar que el problema no estaba en la moto. Y las Yamaha semioficiales de Tech 3 –Cal Crutchlow y Andrea Dovizioso– lo hicieron ver su suerte también.
De las Ducati oficiales, mejor ni hablar, pues nunca pintaron y si obtuvieron un podio fue por el manejo de Valentino Rossi en la lluvia francesa que lo llevó al segundo sitio –el único otro piloto, aparte de Nakasuga, que logró quedar entre los dos primeros sin ganar– y mostró que el gran campeón no ha perdido el toque, pero su GP12 simplemente no estaba a la altura.
Generalmente su coequipero Nicky Hayden calificaba adelante, pero conforme avanzó el año el estadounidense se fue cansando y apenas logró quedar entre los 10 mejores, sólo delante de Spies en un año nefasto para los norteamericanos.
La batalla tripartita de las Honda contra la Yamaha de Lorenzo tuvo tres momentos decisivos en el año. El primero fue Assen, el TT Holandés cuando Álvaro Bautista en la Honda semioficial del equipo Gresini se llevó su compatriota Lorenzo en la primera vuelta –y la Yamaha además se incendió– y con eso apretó el campeonato.
Pero Stoner le regresó el favor a Jorge en la siguiente fecha al caerse en Alemania y Lorenzo llegó segundo, luego ganó Mugello y aunque Stoner se repuso en Laguna Seca, al llegar a Indy iba 25 puntos detrás del campeón de 2010.
El segundo momento vino en Indy donde se cayó Casey en las prácticas, se rompió el tobillo y aunque corrió y quedó cuarto, se fue al quirófano y perdió las siguientes fechas con lo que el campeonato estaba sentenciado.
Pedrosa tomó la batuta en Honda brillantemente, pero iba muy atrás y las carreras se volvieron predecibles, Jorge escapaba al inicio, Dani lo pasaba a la mitad y se iban solo hasta la meta con lo que le descontaba de cinco puntos cada vez, lo cual no le iba alcanzar y menos cuando se cayó en Misano tras una confusión en la salida abortada por Karel Abraham en la parrilla, mismos que le costaron a Dani arrancar desde los fosos por un problema en los frenos suscitado en la espera.
Héctor Barberá en su Ducati semioficial le pegó a media vuelta del inicio y con eso el campeonato quedó sellado; Rossi le dio un podio a Ducati en casa, su último con la firma y el primero desde que Audi compró a los de Bolonia.
El tercer momento definitorio, cuando ya todo parecía escrito vino en Japón. Con lluvia leve, en la parrilla la mitad salió con llantas de seco y los otros de mojado, pero aun así hubo división de opiniones respecto a los compuestos y en ambos casos unos usaron duros, otros blandos.
Cuando la lluvia arreció poco antes de que la carrera fuera detenida, todos los pilotos con llantas lisas empezaron a caerse y sólo se salvó… Lorenzo, quien con manos sacó dos patinones y conservó el segundo sitio que le hizo perder los usuales cinco puntos.
Pedrosa volvió a ganar en Malasia, pero se cayó en Australia con Stoner de regreso reclamando su sitio como el mejor centauro de Honda, y eso coronó a Lorenzo una fecha antes del final.
En suma, muchas motos, pero sólo media docena competitiva. Se necesitan más motos que le pongan emoción y le den valor a las victorias, pues como me dijo recientemente el tejano Kevin Schwantz, campeón mundial 1993: “Tener seis motos buenas es de risa”.