Por Mariana Alfaro

Nada en la Fórmula Uno es fácil, y menos cuando se trata de una mujer. La F1 es una de las pocas especialidades deportivas que no hace distinción ni segregación por sexos.
 En más de 60 años, sólo cinco mujeres han participado en un Gran Premio marcando una abismal diferencia al lado de los más de 800 pilotos varones que han corrido por las pistas de la máxima categoría en ese tiempo.

La primera mujer que participó en lo que hoy conocemos como F1 fue María Teresa De Filippis. Debutó en Mónaco el 17 de mayo de 1958 a bordo de un Maserati 250F, pero fue una de los
15 pilotas que no lograron clasificarse. Un mes después, en Bélgica, sí pudo tomar la salida desde la posición 19. Se ganó un lugar en la historia al ser la primera mujer en correr y terminar una carrera de F1. Algo muy significativo en una época en la que la mujer luchaba por conseguir derechos y un lugar en la sociedad que todavía no poseía. En Monza fue la última carrera de María Teresa, pues en 1959 abandonó las pistas para casarse y formar su familia fuera de las mismas. En 1997 regresó como vicepresidenta del Club International de Antiguos Pilotos de Grandes Premios. A ella se le recuerda como una pionera femenil del automovilismo de alta competición.

Quince años después aparece otra italiana, Lella Lombardi, quién en 1975 se presentó en Sudáfrica con un March-Ford 751. Su mejor clasificación fue el sitio 17 en Bélgica, pero logró ser la primera mujer en puntuar al ser sexta en el GP de España, lo cual le otorgó medio punto, pues el GP fue suspendido antes de completarse.

Tras Lella, ninguna otra mujer ha tomado
la salida en F1. La inglesa Davina Galica probó
en 1976, pero no logró clasificarse. La sudafricana Desiree Wilson lo intentó también en el GP británico de 1980, pero igual falló. En otra década aparece la italiana Giovanni Amati, quién practicó en los grandes premios de Sudáfrica, México y Brasil de 1992, pero tampoco tuvo éxito. Desde entonces, ninguna mujer ha vuelto a participar en una sesión clasificatoria de F1, cumpliéndose ya más de 21 años de ausencia femenil en las pistas.

Pero, ¿existe un lugar para las mujeres en la F1? En un mundo donde culturalmente se nos
ha enseñado que ciertos usos y costumbres son exclusivos para hombres, es difícil pensar en poder posicionar a las féminas en dicha especialidad.

«Las niñas juegan con muñecas, los niños juegan con carros” y así es como crecemos pensando en la incapacidad de las mujeres para controlar un volante, llevando esta creencia al tabú.

Si bien existe una participación significativa de la mujer en la F1 como integrantes de equipos, su papel ha sido relegado en su mayoría a una labor de imagen, como edecán, pit babe o grid girl.

Estudios revelan que la única diferencia entre un hombre y una mujer en automovilismo es de tipo fisiológico pues en el aspecto puramente deportivo la condición mental, velocidad, reflejos, trabajo en equipo, control del monoplaza, etc, son aspectos que pueden desarrollar ambos sexos a la par, por lo tanto, no debería haber diferencias entre ellos para lograr éxito. Esto lo asegura el doctor Ricciardo Ceccarelli, quien trabaja en Formula Medicine, clínica especializada en preparar pilotos de F1: «Hay una gran incultura en la F1: muchos pilotos se preparan físicamente y descuidan la concentración mental», asegura. «Uno necesita músculos fuertes. Pero una vez se alcanza esa musculatura, no se puede progresar más, y entonces hay que mejorar la resistencia, que hace que el corazón se agrande y bombee más sangre al cerebro para que pueda desarrollar mejor las complicadas tareas de un piloto en la cabina».

El deporte motor no es como el resto de los deportes, existen muy pocas mujeres que hayan incursionado en él; y aunque las trayectorias profesionales de esas mujeres en la F1 han sido resaltadas de manera “rimbombante”, eso no ha sido suficiente para lograr la motivación de las féminas jóvenes para arriesgarse a participar en él. Siempre será difícil ser una mujer en un mundo que cultural y socialmente es de hombres.

@marianini0608