César González Gómez hace un paralelismo en este deporte en el cual es muy difícil separar al hombre de la máquina y nos pone a pensar que en el automovilismo la suma de las partes es mayor al total por la compaginación inherente en el mismo.
El piloto y el auto, el hombre y la máquina, pueden llegar a ser uno mismo cuando se conduce en “la zona”, donde el piloto maneja en un estado casi subconsciente. El auto llega a ser una extensión misma del hombre, una parte de su cuerpo, pues lo siente, lo vibra y lo palpita como suyo.
Los grandes pilotos pueden llegar a tener una comunión tal con su auto, que sienten hasta la menor variación. Ayrton Senna, dicen, era capaz de percibir hasta una ligerísima variación en la presión de uno de sus neumáticos en plena carrera. Y es que el auto es una creación del hombre, podríamos decir que está hecho a su imagen y semejanza. Las partes fundamentales de un auto de carreras tienen una función equivalente en el cuerpo humano.
Habría que comenzar por el motor, ese corazón empotrado en las entrañas de la máquina que se comporta tal como el órgano vital del ser humano. La mejor forma de revolucionar un corazón y hacerlo bombear incesantemente es caminar por rutas de pendientes diversas.
Lo mismo experimenta un motor de Fórmula Uno en Spa Francorchamps, por ejemplo, donde la elevación se incrementa 100 metros a lo largo de la vuelta y tal como explicó un ingeniero de F1 “eso equivale a un cambio de presión de 10 o 12 milibares y hace que los pilotos tengan menos potencia en la cima de la colina que la que tienen abajo, y que requieran menos combustible que cuando están abajo”.
Lo cual se compara al cambio de presión de un corazón sometido a un estímulo externo, placentero, sorpresivo o doloroso.
Para que el motor y el corazón sigan funcionando, aún cuando trabajan a su máxima capacidad necesitan de ventilación. La toma de aire es una nariz que lo absorbe del exterior para canalizarlo hasta el motor y ayudar en la combustión.
Los pontones albergan a los radiadores y tienen sus respectivas entradas de aire para permitir que el motor se enfríe. Esos orificios le dan al auto la misma sensación que experimenta un ser humano, cuando después de un esfuerzo extremo, percibe alivio mientras respira profundo, inhalando para relajar al corazón.
Los autos modernos de F1 están diseñados con base en la aerodinámica, es decir, por medio de controlar el flujo de aire a través de su contorno. Si el aire circula bien, sin obstrucciones innecesarias, el auto es más rápido y el motor se esfuerza menos volviéndose más eficiente. Es como un sistema circulatorio en el ser humano, cuando la sangre encuentra obstrucciones a su paso –el colesterol famoso–, el corazón es más exigido y, por lo tanto, menos eficiente.
Por otro lado, la gravedad es una fuerza externa que gobierna el movimiento tanto del cuerpo humano como de un auto de carreras. La columna vertebral es el chasis del auto, conectado a mecanismos de equilibrio y mitigación de impacto.
Los tejidos musculares en las rodillas se encargan de proteger a la estructura ósea de los impactos cotidianos que se generan al caminar, saltar o correr para mantener la estabilidad del movimiento, es decir, hacen la misma función que la suspensión en un coche: absorber los impactos con el suelo.
La columna vertebral y el chasis, están diseñados para gobernar el equilibrio entre las dos extremidades, la superior e inferior en el hombre, y delantera y trasera en la máquina. Como ramificaciones del chasis están las barras antirrolido que se encargan de compensar el desequilibrio natural que se genera cuando un auto entra a una curva y se inclina hacia afuera, es esa también una atribución de la columna vertebral en el cuerpo humano, redistribuir el peso cuando hay un desequilibrio por las fuerzas de la física.
Por eso cuando se le averió la barra antirrolido a Lewis Hamilton en Corea, su auto disminuyó carga aerodinámica al frente, había perdido una piedra angular del equilibrio del auto frente a las fuerzas externas que lo afectan.
El sistema nervioso dirige aquello que captan los sentidos, principalmente los ojos, para enviar órdenes a los órganos que deben accionar al hombre para moverse, algo similar a lo que tenemos con el volante que manda los movimientos a través de una columna de la dirección con brazos hacia las ruedas para permitir el movimiento del auto.
Un estímulo externo captado por el componente humano que se manda por señales nerviosas a las manos que accionan el volante y éste se mueve en forma mecánica para accionar el auto. Un ejemplo perfecto de la simbiosis de máquina y hombre. Al final, la analogía no es menor ni es gratuita. Darwin decía que la evolución del ser humano fue dictada por su entorno, es decir, evolucionó para cubrir sus necesidades de forma más eficiente.
Las manos del hombre, por ejemplo, están diseñadas para sujetar bien una pieza de comida facilitándole la subsistencia. Lo mismo podríamos decir de un auto de F1, que ha evolucionado a lo largo de seis décadas para aprovechar mejor su entorno y ser más eficiente. Por ejemplo, el diseño de su volante ha evolucionado para adaptarse a lo mínimo necesario del contorno de las manos humanas.
Sí, el auto de carreras, la máquina de evolución darwiniana, aún como una futurista expresión de la ingeniería, no deja de estar diseñado a imagen y semejanzade quien lo gobierna: el hombre.