POR: Carlos E. Jalife Villalón
Todo tiene un tiempo y lugar, pero en la sociedad actual hay gente que intenta cambiar el tiempo y adecuarlo a cuando sus necesidades lo requieren o permiten. Un ejemplo es la ascensión al Everest, que se ha vuelto una nueva moda para los pudientes que quieren poner algo en su ridiculum que no se puede lograr tan fácilmente, algo que los distinga de los otros cien mil millonarios que hay en Estados Unidos, por ejemplo. Pero no buscan cruzar el Canal de la Mancha, pues eso si requiere mucha dedicación, tiempo y nadie te va a ayudar a nadar si te cansas. En cambio en el Everest van en equipo con 12 porteadores sherpas entrenados y tanques de oxígeno para una jornada tres veces mayor, pero algunos se mueren en el intento, porque no tiene la edad o capacidad y la naturaleza tiene sus reglas y no perdona.

Otro de los pasatiempos favoritos de estos que llegan a la andropausia y no saben cómo canalizar sus energías de acuerdo a su edad, ha sido tomar las carreras, formar o patrocinar un equipo –que además se puede deducir de impuestos– y subirse con un piloto profesional contratado para entrar en competencias y copas de todo tipo que surgen por el mundo.

Para eso están las series vintage, pero lo malo es cuando los vintageros se creen pilotos. Por ahí anda un príncipe alemán cincuentón en la serie de Lambos, y acá un doctor cuarentón que contrata a ‘Crazy’ para que lo acompañe –igual que antes otros han reclutado a ‘Ozz’–; un especulador hace su equipo pues ya no quiere ganarle nada más a sus cuates de veraneo en St. Tropez en el Ferrari Challenge; más allá un financiero forma su escuadra con pilotos profesionales que acompañan a sus socios en cada vehículo.

Los andropáusicos aprendices de pilotos se aplican, toman cursos, mejoran sus tiempos y ahí medio dan la batalla, pero cuando llueve todos piden a sus mamis, digo a control de carrera, que entre el auto insignia, mientras los pilotos verdaderos, le dan en serio cuando los dejan, pues la categoría tiene que hacer caso de los clientes y meter el auto insignia a ratos para que las diferencias de 25 segundos entre los buenos y los aprendices no sean tan obvias. Además tiene pocos autos y si los aprendices los chocan, pues para la siguiente fecha van a tener cuatro autos en parrilla y eso se ve mal.

Pero lo preocupante no es sólo que dejen jugar a los aprendices en este nivel de automovilismo supuestamente profesional, ya uno casi mató a un piloto de Audi en Le Mans 2011 con su impericia. Lo preocupante es que al más alto nivel hay pilotos que los imitan y apenas ven una gota de agua exigen auxilio a sus ingenieros para que pidan auto de seguridad o bandera roja. Esos mismos llorones son los que ahora que probaron en Mugello hablan en contra de la magnífica pista italiana porque “es muy rápida” o “no tiene lugar en la F1” o “no tiene escapes suficientes” y lloriqueos por el estilo.

Estoy de acuerdo en que las velocidades en Mugello son altas, pero si eres profesional y se supone que uno de los 24 mejores del mundo, pues a eso viniste, no a quejarte. La verdad me hartan los que entran a una actividad de riesgo y luego piden que se les proteja. Si no pueden pagar el precio de sus errores, no le entren, nadie los obliga. Hay un dicho que va, “si no aguantas el calor, salte de la cocina”, y aquí se aplica, O son profesionales o váyanse a correr a una serie en la que el nivel de habilidad sea acorde al suyo y no traten de emascular las pistas y las carreras para que se adapten a ustedes. Son ustedes los que deben dar el paso adelante para estar a la altura. Lo que termina pasando es que a los espectadores nos hacen otros 100 metros atrás las tribunas para un escape que permita que los tontuelos hagan un error y no mueran por andar creyendo ser mejores de lo que son.

Moss y Redman no se quejaban que la Targa tuviera bardas de piedra, ni solicitaban barreras en el circuito a todo lo largo de los 72 kilómetros; Ickx y Pedro no pedían bandera roja cuando se soltaban las nubes, ni ´Checo´y Fernando como vimos en Malasia; Gilles no abogaba por más escapes y trampas de arena y chicanas. Al contrario, por su talento ellos sabían que mientras más exigiera una pista, mejor resultado iban a tener. La vida es un juego de talento y si alguien no cumple pues no tiene lugar en esa liga que busque otra más ad hoc a su capacidad.