GP DE MÉXICO – JUNIO 24, 1990
Ese año la batalla por el título sería un mano a mano, Ayrton Senna vs Alain Prost o McLaren vs Ferrari, pero los coequiperos de los grandes campeones eran estrellas por derecho propio: Gerhard Berger en McLaren y Nigel Mansell en Ferrari. Y ellos protagonizaron el episodio más memorable de muchas décadas.
Precisamente Nigel, quien había arrancado cuarto, era segundo detrás de Prost durante las últimas vueltas del GP azteca cuando el McLaren de Berger, quien había obtenido la posición de privilegio, con un par de llantas frescas, lo rebasó y parecía enfilado al segundo sitio del podio.
El león británico recuerda: “México con Berger en 1990 sucedió de manera distinta a lo usual. Yo estaba ahí sentado, bastante enojado con mi lentitud en las rectas, pero ese es otro tema. Estaba a punto de tomar la primera curva al final de la recta principal cuando vi a este otro auto por dentro, con las llantas bloqueadas y humeando. Sabía que si mantenía mi línea chocaríamos y entonces ambos quedaríamos eliminados. Por eso tomé la curva por el lado más ancho, cosa que uno nunca haría en una carrera. Giré el volante hacia la izquierda en vez de la derecha. Y entonces él pasó como un bólido por la parte interna, desbloqueando sus llantas y tomando el segundo lugar. Tuve que luchar para recuperar el control de mi auto y alcanzarlo; estaba completamente furioso con su forma de manejar y me dije a mí mismo que no lo dejaría quedarse con el segundo lugar que me quitó.
“Nunca planeé tomar la Peraltada por fuera. Es uno de los peores rebases de la historia, porque era lo que llamaría una maniobra de ‘todo o nada’. No fue muy listo de mi parte hacerlo, porque si alguien terminaba lastimado en caso de accidente, hubiera sido yo, porque estaba en la parte externa, sin lugar a donde ir en caso de despiste, ya que es una curva muy peligrosa”.
“Pero fue fantástico. Fue de esos momentos en que sólo piensas ‘No voy a dejar que me haga esto’ y estaba completamente indignado sobre lo acaecido. No siempre tienes un momento en que, aunque sea sólo por una vuelta, confías completamente en el coche y mantienes tu pie en el acelerador, tratando de encontrar el agarre adicional. Todavía tenía mucha adrenalina en mi sistema cuando crucé la meta y todos se saltaban la barda de los fosos y dejaban sus garajes para aplaudirme. Por un instante de euforia pensé que Alain debía haberse detenido o algo y simplemente no lo había notado, porque la sensación era como si hubiera ganado la carrera. Fue increíblemente anticlimático cuando bajé del auto y lo vi ahí. Pensé: ‘No gané la carrera. ¿Entonces por qué lo celebran?’ Tuve que repasar qué había hecho y entonces me di cuenta que los había impresionado”.
En efecto, hasta la gente de McLaren aplaudió a Mansell y Berger tampoco parecía muy descontento de haber sido rebasado, pues sabía que Mansell había usado toda su reserva de coraje y habilidad para lograrlo y no le había dado opción. Había caído con honor y no había desdoro en reconocerlo. El término “legendario” no es excesivo cuando se describe ese rebase.