“They think our heads are in their hands…” Apocalyptica
Carlos E. Jalife Villalón
De los seis campeones mundiales que iniciaron la temporada 2012, cuatro habían ganado antes de Abu Dabi, y Kimi Raikkonen fue el quinto en lograrlo –y octavo piloto en el año– en una carrera magnífica en el emirato árabe.
Al final de la carrera seguía como si nada y no mostró gran emoción, simplemente otro día en la oficina, pero ahora las cosas salieron bien y conquistó el triunfo que tan cerca había tenido en el año y se le había negado una y otra vez.
Kimi ha quedado tercero en el campeonato, en su año de retorno, completando todas las carreras y logrando puntos en 19 de las 20 ocasiones en que arrancó, además de manejar casi impecablemente durante el año, pues si cometió errores, estos no fueron visibles al ojo del gran público.
Fue campeón mundial de Fórmula Uno en 2007 con Ferrari y, aunque se alejó un par de años para correr en el Mundial de rallies, cuando firmó para regresar a la máxima categoría en 2012, había dudas respecto a que su talento y velocidad estuvieran intactas, las cuales disipó rápidamente en las primeras fechas.
Sin embargo, todo eso no bastó para que su segundo ingeniero, Simon Rennie, se sobre excitara en el período del auto insignia y le recordara que calentara los neumáticos, cuando en la televisión era evidente el movimiento zigzagueante del Lotus E20 del finlandés que hacía justamente eso.
Y no fue la primera instancia en la que los ingenieros querían manejarle la carrera. Ya antes, cuando tomó la punta, su ingeniero titular, Mark Slade, le empezó a comentar cuánto llevaba de ventaja sobre Alonso, y prometió (amenazó más bien) mantenerlo al tanto, lo cual bastó para que Kimi le ordenara que lo dejara en paz.
Es, hasta cierto punto entendible, que hubiera tensión por una posible victoria, pero cuando los ingenieros pretenden micro manejar las carreras, como si estuvieran en un Playstation en el cual el piloto fuera su hijo de nueve años que a veces no tiene idea de la estrategia, realmente hay algo mal.
Y es un mal común, aunque a veces la forma hace que sea más tolerable. Los ingenieros de Alonso le echan porras, le dicen que es el mejor del mundo en tres idiomas y le dan los datos necesarios; a Lewis tal parece que sigue teniendo su kart y está en modo de ataque eternamente, pues les encanta recordarle que le tienen que durar las llantas equis número de vueltas –igual que a Massa, y a Webber– mientras que al campeón Vettel se la pasan diciéndole que le baje porque sus llantas no van a aguantar o algo similar.
Quizás sea tiempo de que los ingenieros se den cuenta que no son los protagonistas y dejen sus frustradas aspiraciones de ser pilotos, para dedicarse a su trabajo en silencio, pues como decía mi abuelita: “calladitos se ven más bonitos”. O de plano, que esperen más contestaciones Raikkonescas de los pilotos.