La semana más triste de la historia, julio de 1971

Hay fechas que te marcan toda la vida, y hay veces que el mundo se te cae, como dice Pink Floyd en Wish You Were Here, porque el destino te cambia “your heroes for ghosts”… A mí me sucedió en julio de 1971 y la vida nunca fue igual.

Pedro, en el deporte (Foto Archivo Scuderia)

Desde chico en mi casa siempre hubo música, pero creciendo en los 60s es lógico que mi hermano y yo tuviéramos a los Beatles como música de fondo y de forma…ción musical vital per secula seculorum.  Con esos cimientos más que sólidos fuimos evolucionando hacia distintos grupos mientras tomábamos clases de piano y tratábamos de recrear lo que se escuchaba en la radio, esencialmente en La Pantera 590, Radio Éxitos 790 y Radio Capital 1260, las tres en Amplitud Modulada (AM) pues la FM era como un espectro aún y muchos radios no la incluían. Y ahorrábamos para comprar discos, primeros sencillos de 45 rpm y luego LPs de 33, con la música favorita empezando por los Beatles, obviamente.

Jim, en la música. (Foto Internet)

Pero en casa también campeaba el deporte y aparte de las interminables sesiones de “gol, para” (el que mete gol se pone de portero y así se turnan los jugadores) en un patio de unos 8 metros cuadrados, en el que las roturas de vidrios eran frecuentes, por chutazos que los porteros no podíamos detener. El oro deporte favorito era la “carreterita”, pintada con gis en el patio irregular donde los grandes pilotos de la era batallaban en manos de sus dueños que usaban autos a escala 1/64 de la firma mexicana Ledy, cuyo club presidía el famoso piloto mexicano Pedro Rodríguez. De repente también teníamos un Matchbox, un Corgi o un Hot Wheels de regalo pues no era factible importarlos en esa era pre GATT. pero no faltaba algún amigo de la familia que nos los traía sabedor de la afición de nosotros por las carreras.

Pedro ganaba contundentemente con el 917K (Foto Archivo Scuderia)

Para 1971, ya en secundaria era muy obvio que para mi hermano su afición mayor era escuchar a los Doors que eran el grupo más poético que podía encontrarse en la radio y cuyo Light My Fire sería todo un himno generacional. Mi hermano tenía todos los discos y las batallas por el uso del tocadiscos eran feroces, había que apartarlo antes de llegar a casa de la escuela y cada que salía un disco nuevo no tardábamos en sabernos todas las canciones del mismo; la voz de Jim Morrison, apoyado en los teclados de Ray Manzarek, la guitarra de Robbie Krieger y la batería de John Densmore, era lo más girado en el tornamesa Garrard que teníamos. Y las aventuras de “Las Puertas” escuchadas en la radio o vistas en alguna revista hojeada en el super o en el Sanborns, nos metían a un mundo en el que el pelo largo reinaba y representaba libertad, algo muy lejano al casquete corto de los soldados que mataban vietnamitas en el otro lado del mundo.

John, Robbie, Ray y Jim: The Doors (Foto Elektra Recs.)

En la pista bajo techo, que era el pasillo que comunicaba los cuartos de la casa, porque no siempre teníamos gises o el clima no cooperaba para trazar el circuito del patio, era muy obvio que Pedro era el mejor piloto, pero no había monoplazas de él en el mercado, solamente hacían el Lotus verde de Jim Clark y el BRM azul de Jackie Stewart, que eran respectivamente los favoritos, Jim el mío, Jackie el de mi hermano. Y había algunos Ferrari rojos, pero sus pilotos no nos emocionaban.

Pedro también ganaba en F1 con BRM (Foto Archivo Scuderia)

Posteriormente conseguiría yo un Ford GT40 como el usado por Pedro para ganar en Le Mans en 1968 y ese era el mejor auto posible, recorría más distancia que cualquiera y curveaba con precisión en las escuadras que marcaba el linóleo del piso del corredor, incluyendo una gran desviación alrededor del piano. Pedro era el ganador en casa, tanto como lo era en la realidad. Todos comentábamos la última victoria del astro, en su Porsche 917 en las pistas de ese mundo real, los lunes en la escuela y yo sabía todos los pormenores de sus triunfos gracias a la lectura de los diarios que se recibían en la casa.

La portada de L.A: Woman, el disco final de Jim (Foto Elektra Recs.)

Llegó julio de 1971, ya en vacaciones escolares, Sabíamos que Jim Morrison vivía en París tras lanzar L.A: Woman, un álbum exitosísimo con canciones increíbles por su mezcla de poesía y música que se ponía incesantemente en la casa. El lunes 5 de julio en el periódico salió una nota muy breve, que mi papá comentó casualmente, acerca de que Jim Morrison había fallecido en París y había sido enterrado de inmediato, sin testigos. Buscamos alguna confirmación en la radio y estábamos seguros de que tenía que ser un error, una estrella como Morrison no podía irse en una nota breve del periódico, algo no cuadraba y pronto las estaciones de radios esbozaban todo tipo de teorías, pes nadie había visto el cuerpo y se sospechaba que Jim había fingido su muerte para escapar de la vida de músico y dedicarse a la poesía. Si alguien podía hacerlo era él, pues como cantaba “I am the lizard king, I can do anything” y nosotros lo creíamos, pero en los ojos de mi hermano había tristeza y supongo que en los míos también.

Pedro, en su oficina (Foto Archivo Scuderia)

Así llegó el domingo 11 de julio tras una semana de negación acerca de Jim Morrison. Desayunábamos en familia cuando el teléfono sonó alrededor de las 10 de la mañana; era mi tío Pepe que habló con mi papá y yo asumí que era alguna noticia mala porque vi el semblante de él cambiar antes de despedirse y pasarme el auricular ante mi sorpresa. Mi tío me dijo que lo sentía mucho, pero se acababa de enterar que Pedro se había matado en Alemania y me dio el pésame. No sé si le di las gracias, pero corrí al televisor a buscar confirmación y en efecto ahí estaban hablando de que el deportista más grande de México había fallecido en un choque en un Ferrari en Alemania. Yo sabía que no iba a correr ese fin de semana, y además no corría para Ferrari, así que algo no cuadraba, no era posible.  Pronto se fue confirmando y lo peor es que todos los que me conocían, que sabían que yo recortaba y guardaba todos los periódicos con notas de Pedro cada carrera, me daban el pésame a mí y yo aguantaba las lágrimas hasta que me iba al baño con algún pretexto para llorar un poquito, lavarme la cara y salir a enfrentar al mundo de regreso.

Jim también en su oficina (Foto intenet)

Jim murió el 3 de julio y Pedro el 11, ocho días en los que el mundo se vino abajo y en cierta forma no volvió a ser igual… Hoy ya han pasado 54 años sin que la tristeza se vaya pues los héroes se tornaron en fantasmas.

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