Buenas intenciones
POR VICTOR ORTIZ
No es un Polo completamente nuevo, sino un cambio medio sobre la quinta generación que vio la luz hace unos cuantos años. El chasis PQ25 –plataforma compartida con el Audi A1 y el Seat Ibiza– se mantiene vigente gracias a retoques en suspensión y dirección que le permiten ofrecer un desempeño dinámico competente, y lo vuelven uno de los subcompactos de mejor respuesta y calidad de marcha.
Hay cambios muy ligeros en el apartado estético, como algunos detalles de cromo en fascias, y un leve rediseño en defensas y espejos exteriores. El interior tiene mandos nuevos en controles de audio y climatizador, además del volante que resulta casi idéntico al del Golf VII. La calidad general es correcta, con ensambles prácticamente libres de ruidos parásitos. Echamos de menos las superficies suaves y mullidas, pues absolutamente todo está conformado por plásticos duros. Esta variante está fabricada en India, y aunque no hay fallos evidentes en la calidad, se notan ciertos ahorros frente al modelo que llegaba de Europa.
Pero lo mejor del Polo está en las siglas que componen su nombre: TSI. Además del veterano 1.6 MPI, se suma un 1.2 litros de inyección directa y turbo que entrega 105 caballos, que parecen pocos, pero sorprenden al ponerlos a trabajar. De hecho, a ratos se nota más contundente que motores más grandes, como el 1.4T de 122 caballos del A1. Se corrobora en cifras de aceleración y recuperación; de hecho no hay otro modelo del segmento que acelere ni recupere mejor que este Polo. No es un GTI ni lejanamente, pero sus reacciones en combinación con la transmisión DSG de 7 cambios satisfarán las aspiraciones velocistas del conductor promedio. Frenos y suspensión también muestran un desempeño correcto, enfocado hacia la comodidad.
Finalmente el consumo de combustible también es consistente con el tamaño del propulsor, pues a ritmos sosegados es fácil observar una media por encima de los 18 kpl, algo que se agradece con los precios actuales de la gasolina.