El Nissan GT-R es todo un caso de estudio en la industria. Es un deportivo de muy altos vuelos que, aunque ya se conoce desde hace muchos años (2008), ha cambiado poco y es un objeto de culto cada vez más apreciado y deseado por quien se autodenomine amante de los coches. Lleva un par de actualizaciones mecánicas y estéticas desde su lanzamiento y, aunque nunca se ha distinguido por ser uno de los deportivos más bellos o mejor proporcionados del mercado, seduce por su capacidad dinámica, que, dicho sea de paso, es brutal. Punto.
En cuanto a su aspecto, hace nueve años, en su presentación, ingenieros y diseñadores del monstruo nipón dijeron que el GT-R no había sido concebido para ser bonito, sino efectivo. Y que todos y cada uno de los elementos que componen la carrocería son funcionales, ninguno es de adorno. Y les creemos, pues a lo largo de casi una década, Godzilla, como ya es ampliamente conocido este sucesor del afamado Skyline GT-R, ha demostrado que puede hacer frente sin mácula a rivales más famosos o de trayectorias más longevas, como el Porsche 911, por ejemplo. O el Audi R8. O el Corvette. Y a la nueva camada de modelos de McLaren.
En muchas de las pruebas dinámicas a las que se puede someter al Nissan, no sólo ha igualado, sino incluso vencido a sus rivales mencionados; hazaña que lo ha llevado a lo más alto en la cadena alimenticia de los superautos. En esta última actualización, la carrocería estrena componentes que alteran su imagen, a la vez que cumplen una función específica. El motor está mejor refrigerado gracias a que la parrilla es más grande. La estabilidad a velocidad alta y el apoyo aerodinámico también mejoran gracias al cofre de diseño nuevo y las modificaciones hechas en la defensa delantera y los faldones laterales. Además, hay entradas de aire en los laterales de la fascia posterior, junto a las salidas enormes de los escapes dobles.
Todo lo hace espectacularmente bien: acelerar, frenar, girar. Parece un cohete capaz de alcanzar los primeros 100 kph en torno a los tres segundos, para llegar a los 200, con dosis doble de facilidad y contundencia, unos siete segundos más tarde. Esconde su peso y tamaño de forma magistral, pues podríamos comparar su agilidad en curva con la de un Porsche 718 Cayman, por ejemplo. Un 911 –cualquier versión– es más difícil de llevar en una carretera de curvas o en un circuito si queremos conseguir la combinación de velocidad y precisión quirúrgica con la que responde el nipón.
Luego está el sonido del motor, que si bien es un V6 biturbo más o menos “convencional” de 3.8 litros que entrega 570 caballos, ruge como si tuviera mucho más tamaño, pistones y potencia. A esto se suma un nuevo sistema de escape con silenciador de titanio que, de acuerdo con Nissan, permite “emitir el mejor sonido de su historia”, algo que no dudamos en lo más mínimo, especialmente quienes se quedan abajo del coche y aprecian el sonido de una aceleración a fondo. Incluso Von Karajan diría: “sublime”.
Un detalle que no nos fascina –aunque tampoco nos molesta– es que, al igual que ocurre en otros deportivos, el GT-R remarca el sonido del motor hacia el interior de la cabina por las bocinas del equipo de audio (ASE Active Sound Enhancement). Francamente no hace falta. Por su parte, los interiores lucen de buena calidad, aunque no a la altura de los que tiene un 911 o un R8. Y no es que sean malos, pero definitivamente no alcanzan ese toque premium de los alemanes. Se agradece el rediseño del interior, que ahora es más ergonómico e intuitivo, y con muchos menos botones que antes, bajó de 27 a 11.
Esta maravilla de la ingeniería japonesa finalmente llega a México de forma oficial, pues los que hemos visto rodando por ahí desde hace tiempo fueron importados por particulares que no pudieron esperar para tener en sus manos a Godzilla. Ahora que lo probamos a fondo, podemos entenderlos a la perfección. Por cierto, gracias a que llega de Japón y no de Europa o EUA, el precio del GT-R es de 2.6 millones de pesos, una cifra que, si bien es prohibitiva para la mayoría de nosotros, tampoco podemos ignorar que le recorta casi medio millón de pesos al precio de sus archirrivales: Audi R8 V10 Plus y Porsche 911 Turbo S. Bienvenido a México, Godzilla.