FUE CONSTRUIDO EN EL PARQUE REAL, CUANDO ITALIA TODAVÍA TENÍA REY, Y HA SIDO MÁS DURADERO QUE EL SOBERANO. NUESTRO HISTORIADOR EN JEFE  RECUERDA EL CIRCUITO DONDE LOS GRANDES SE HAN DISTINGUIDO

Decir Monza es hablar de la catedral del automovilismo, un circuito italiano en el que se han disputado todos los Grandes Premios de ese país en F1, excepto el de 1980, cuando se pasó a Imola por un problema con los ecologistas que se oponían a su remodelación.

Construido en 1922, tenía diversas configuraciones aunque las principales eran dos, el trazado mixto de 5.5 kilómetros y el óvalo de gran peralte de 4.5, a veces usados en conjunto para dar un brutal trazo de 10 km que dejó de usarse en competencias internacionales en 1969. Pero Monza, desde el inicio fue conocido por sus grandes rectas y pocas zonas de frenado duro, por lo que en realidad era un circuito de cortarse el aire con el de enfrente y rebases innumerables en cada carrera, teniendo finales de pelotón en la amplia recta de meta. Monza se hizo famosa porque era una pista de altísima velocidad en la cual llegar primero a la curva final era, casi siempre, premonición de derrota por los que venían atrás cortándose el aire y se abrían para rebasar al entrar a la recta en plena vista de los fosos.

La Monza original es mágica: la Curva Grande, seguida por las dos curvas de Lesmo, la semicurva del Serraglio pasando abajo del óvalo, luego la variante Vialone –que sería vuelta a nombrar por Alberto Ascari quien ahí murió en 1955–, la recta trasera, la Parabólica y la recta principal. Simple, precisa y extremadamente rápida. Pero tras 1971, cuando se ganó el GP de Italia a más de 242 kph (150 millas por hora) se decidió añadirle chicanas en las rectas para reducir las velocidades. Se puso una en la recta principal, otra en la recta entre la Curva Grande y la Lesmo 1, y otra a la entrada de la variante Ascari para volverla una S.

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Eso funcionó, pero para 2003 con los V10 de 3 litros el récord de velocidad sería roto y elevado en casi 5 kph. Y al año siguiente en las prácticas se alcanzaría la velocidad mayor, tanto tope como promedio, en una pista de F1, cortesía de Juan Pablo Montoya.

Monza ha sido el escenario de la definición del campeonato mundial mayor número de veces, aunque ahora al extenderse la campaña tanto ya no puede optar por ese honor, pues es apenas el cierre de la temporada europea, más o menos a dos tercios de la campaña. Pero su velocidad también la hace una pista sumamente peligrosa y en ella han muerto muchos pilotos de renombre como Wolfgang von Trips, quien lideraba el campeonato mundial de F1 en 1961 y chocó a la entrada de la Parabólica en el segundo giro, perdiendo la vida con 13 espectadores, justo el día que debutaba como su coequipero en Ferrari el joven de 19 años de edad Ricardo Rodríguez, quien lo acompañaría en primera fila en la parrilla pese a tener un auto de motor más viejo y menos potente.

Hay muchas pistas, pero en general cuando se les pregunta a los pilotos cuáles son sus favoritas, Monza siempre está entre las tres primeras, por el reto que representa, por el manejo requerido, con una dosis proporcional de valor. Pero no sólo es el asfalto lo que la define, sino la pasión de los cientos de miles de tifosi que acuden cada año a peregrinar al sitio, e invaden la pista en cuanto acaba la carrera para ir a celebrar en el podio vitoreando a sus héroes. El ambiente es eléctrico desde la llegada, con la gente caminando kilómetros ondeando banderas de Ferrari –mayormente– con la clásica euforia latina.

Triunfar en Monza es una experiencia para toda la vida por lo que lleva involucrado, su carga histórica y su importancia trascendente. Cuando se está en el tope del podio de Monza, se está literalmente parado en los hombros de gigantes como Nuvolari, los dos Ascari, Fangio, Caracciola, Rosemeyer, Surtees, Peterson, Stewart, Rodríguez, Ickx, Lauda, Piquet, Graham Hill y su hijo Damon, Clark, Andretti, Fittipaldi, Senna, Prost, Schumacher, Moss y Vettel. Encomiéndense a su deidad favorita antes de visitar esta catedral.