POR CRISTINA  HERRERA GARCÍA

Muchos creen que ser piloto es difícil; sin embargo, creo que ser familia del piloto es lo más desafiante que he afrontado en lo que llevo de vida. Desde pequeña, mis padres me enseñaron a no poner mi vida en riesgo y tratar de evitar cualquier situación que yo creyera peligrosa. En el momento en el que me enteré del deporte que practicaba mi hermano, no tenía mucho sentido lo que me decían mis papás. Con el paso de los años, aprendí que no es un deporte que arriesga tu vida si lo practicas regularmente y con todas las medidas de seguridad reglamentarias. También comencé a apreciar el talento que se requería para el automovilismo y tenerle su debido respeto como deporte, debido a la condición física que demanda. Claro que reconocer el talento viene con un gran estrago: la frustración.
El tema de las emociones presenta contradicciones. Yo soy una mujer que normalmente logra lo que se propone, sin embargo la frustración no es extraña para mí; pero cuando mi hermano no puede lograr lo posible, el tipo de frustración es completamente distinta a la que he experimentado. Aunque seguro él sufre peor que yo, esta frustración viene acompañada de impotencia. Lo anterior es algo que pocos aprecian acerca de los familiares de un piloto, porque conocer el potencial de alguien y no verlo triunfar por variables externas no sólo es frustrante, también te hace sentir una tristeza grande.

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Como hermana he presenciado lo feliz que mi hermano es al correr; he visto su ansia y emoción cuando está a punto de arrancar y la concentración y dedicación hacia este deporte que tanto ama. Por eso ver la incapacidad de mostrar su talento es una de las cosas más difíciles de presenciar. Quiero que mi hermano sea feliz y demuestre su capacidad en la pista, pero no quiero que le pase algo o no gane por un movimiento malo de otro piloto. Muchas veces trato de estar cerca cuando arranca, porque siento que al estar más cerca físicamente, inconscientemente disminuyo mis nervios y me siento más segura. Y me gustaría poder estar ahí cambiando sus llantas o planeando las estrategias, pero tanto él como mi papá son los que más saben acerca de estos temas, donde yo no soy experta.
En la fecha de la F1 en México, abrió la F4, la categoría donde Jorge corre. Si me preguntaran acerca de mi mayor miedo de ver a mi hermano correr, les diría que se hizo realidad ahí. Cuando mi hermano chocó, lo primero que hice fue negarlo. “Claro que no es Jorge” fue lo primero que dije, lo segundo que pasó fue sentir mis mejillas frías, debido a las lágrimas que salían de mis ojos sin saberlo. En ese momento comencé a caminar, no sabía a dónde porque seguía viendo la pantalla, esperando a que se levantara el piloto dentro del auto amarillo. Si soy honesta, no sabía por qué estaba llorando, pero sabía que no podía parar. Cuando por fin vi que mi hermano había salido de su coche y estaba caminando, sentí un peso levantándose de mi pecho. En esos momentos la cantidad de emociones que sentía era abrumadora.

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Tenía miedo y preocupación por mi hermano, enojo hacia el chico que se quedó parado en la parrilla y coraje de que el coche se perdiera. Mentiría si dijera que no pensé acerca de la repercusión económica del accidente, más por el esfuerzo que hemos hecho como familia para lograr estar en la F4. Sin embargo, sé que lo material se puede reponer, pero mi hermano es irremplazable. Por eso, estar frente al choque y pensar en las posibilidades de que no saliera caminando fue una experiencia que no le deseo a nadie en esta vida. Me queda el consuelo de saber que el choque no tuvo consecuencias grandes en su salud, pero fue por sus reflejos innatos que no pasó a mayores. El impacto que sentí por este accidente fue enorme y por más seguridad que tengo acerca del su habilidad y sus reflejos, nunca podré dejar de pensar en los sentimientos que tuve durante el accidente.
Ser hermana de un piloto es muy complicado, pero ver a mi hermano practicar el deporte que lo hace feliz y demostrar su gran talento es un privilegio. Poder apoyarlo y estar con él durante todos los momentos, hasta en los más difíciles, es algo que pocas personas experimentan con alguien al que aman. Aún tengo miedo de los accidentes que podrían pasar en el futuro y no quiero que vuelva a sucederle algo, pero poder ser partícipe de este deporte y ver a mi hermano prosperar sobre compensa todos mis temores.