Difícil no voltear a verlo

Aunque no es un “hiperauto”, el AMG GT-S es hoy por hoy el Mercedes más espectacular y contundente que se pueda comprar. Si tuviéramos que utilizar una palabra para describir al biplaza más nuevo y poderoso de la marca de Stuttgart, seria “espectacular”. Es un coupé de proporciones únicas que obliga a cualquiera a girar la cabeza al verlo pasar. Es muy ancho, bajísimo y tiene una trompa más larga que la de cualquier auto actual del que tengamos memoria. La caída de la parrilla y los faros es violenta, casi vertical y obedece muy a su manera el lenguaje de diseño de la marca, especialmente de aquellos modelos tocados por las manos “malévolas” de los ingenieros de AMG. Por su parte, el habitáculo está muy echado hacia atrás, lo que acentúa su carácter deportivo y casi caricaturesco. La parte posterior es algo más simple en cuanto las formas, muy suaves para algunos, y muy parecidas a Porsche, dicen otros. Cuestión de enfoques.

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Al interior hay espacio suficiente para dos adultos de talla grande –coche alemán a fin de cuentas– sentados en asientos de cubo que si bien resultan ideales para manejar en circuito por la excelente sujeción que brindan, resultan muy incómodos para el uso diario, si es que alguien usa este coche como medio de transporte habitual, cosa que creemos poco probable. Como era de esperarse por la forma de la carrocería, la visibilidad es mala hacia los costados y hacia atrás; nada que no pueda solucionarse con la cámara de reversa, que además tiene una pantalla grande de resolución excelente. Buena parte del interior está recubierta en materiales de buena factura, como la piel que recubre los asientos o el tablero, o la combinación exquisita entre aluminio y fibra de carbono que hay en la consola. Sin embargo, existen algunos elementos que nos parecieron económicos y fuera de lugar en un coche de este nivel de precio y exclusividad, como los portaobjetos de las puertas, o el hecho de que algunas partes que asemejan metal son en realidad piezas de plástico pintadas.

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También nos pareció extraño que hubiese ruidos y vibraciones que se hacían evidentes al rodar sobre pavimentos irregulares, lo que acusa un ensamble descuidado en algunos componentes.
Es hora de presionar el botón de encendido para poner en marcha el motor. Nos recibe un bramido proveniente de los escapes que nos recuerda de inmediato que estamos ante un coche muy especial. A bajo régimen se escucha muy refinado, pero basta con hundir el pedal para que el V8 grite al más puro estilo de un muscle-car americano. De hecho, en la consola se puede presionar un botón para que las mariposas activas del escape se abran y el sonido cambie de inmediato. El propulsor es un V8 a 90 grados, de incorporación reciente a la filas de M-B. Se le conoce con el código M178, tiene “apenas” 4.0 litros de desplazamiento, doble turbocargador e inyección directa de gasolina. Pesa 209 kg y entrega una potencia de 510 caballos, así como un torque de 479 libras/pie que llegan en su totalidad antes de que la aguja del tacómetro cruce las 2,000 rpm, lo que explica en parte su contundencia.

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A esta maravilla de la ingeniería se acopla una transmisión automática de embrague doble y siete velocidades que funciona sin quejas. El conjunto permite que el GT-S acelere de 0 a 100 kph en apenas 3.8 segundos, para llegar a una máxima de 310 kph. Lo mejor del caso es que gracias a la sobrealimentación, estos valores se mantienen prácticamente inalterados aunque estemos a una gran elevación. Por cierto, en la consola existe una serie de controles desde los que podemos elegir el modo de conducción, o mejor dicho, el funcionamiento de algunos elementos del coche. Por ejemplo, hay una perilla giratoria con las configuraciones predeterminadas “C” (Eficiencia controlada), “S” (Deportivo), “S+” (Deportivo +), y “Race” (Carrera). Entre ellas cambia la firmeza de la suspensión, la respuesta del acelerador, velocidad del cambio de la caja, firmeza y desmultiplicación de la dirección, y el nivel de intervención de las asistencias electrónicas como el control de estabilidad.

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Una cosa curiosa con el GT-S es que no existe el más mínimo retraso en la entrega de potencia, como ocurre habitualmente con los motores sobrealimentados. Hundiendo el acelerador la respuesta es instantánea, te pegas al asiento de forma contundente y resulta difícil moverte mientras no sueltes el pedal. Impresionante. Hay pocos autos que aceleren tanto como este coupé. Y si a eso sumamos el sonido del escape, entraremos en una especie de trance que nos hará perder un poco la noción del tiempo. Lógicamente los enormes frenos con discos de 390 mm de diámetro están a la altura de las circunstancias y podremos frenar una y otra vez antes de que aparezca la fatiga. Es un juguete caro, eso sí, pues para acceder a uno habrá que desembolsar poco más de 2.5 millones de pesos. Pero a estas alturas creemos que eso ya no es relevante, lo único que importa aquí es perdonar los sentidos –los cinco– y este AMG lo hace de forma magistral.