El editor en jefe analiza la presencia del gran campeón italiano y la repercusión de su más reciente triunfo en dos ruedas

Assen, Holanda, junio 29 de 2013 marcó un hecho histórico. Valentino Rossi es ya el más longevo de los pilotos de la categoría superior del motociclismo en cuanto a victorias. La primera llegó cuando ganó en la clase de 500 cc el Gran Premio británico en Donington en 2000 y ahora ha alcanzado 80 con el triunfo en el TT holandés en la fecha mencionada, 12 años y 355 días después. Es ya el máximo vencedor en la clase premier, con esas cuatro veintenas de triunfos, pero todavía está detrás de Giacomo Agostini en triunfos totales y campeonatos, pues Rossi apenas tiene 106 victorias (12 en 125 cc, 14 en 250 cc y 80 en 500 cc/ MotoGP) y nueve títulos, mientras ‘Ago’ completó 68 en 500 cc, pero 122 en total (123 dice él) y 16 títulos entre 1963 y 1977.

Todavía quedan récords por romper para el italiano adriático, pero tras una larga ausencia del sitio más alto del podio -44 carreras– Rossi muestra que ha regresado a la cima con esta victoria, su primera desde 2010 cuando dejó Yamaha para irse al desierto llamado Ducati durante un par de años.

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Valentino es un hombre legendario, de apenas 34
años, uno menos de la edad a la que Agostini dejó las pistas en una campaña final sin triunfos. Pero mientras Giacomo es reverenciado por su grandeza en las pistas, Valentino es reconocido no sólo como el más grande, sino como el más divertido, pues fue el primero en celebrar en forma distinta, irreverente y simpática, tras los triunfos que cosechaba paso a paso en su carrera.

Valentino carcelero, Valentino doctor, Valentino policía, Valentino preso, Valentino hooligan, los disfraces
son de lo más extraños, y su persona terminó por ser substituida por el apodo ‘Il Dottore’ («el doctor» en español) por su precisión quirúrgica en la pista, aunque muchos de sus rivales se quejaban de que los rebases no eran tan quirúrgicos pues pasaba a sangre y fuego si era necesario. Los triunfos se acumulaban, los récords se rompían y la leyenda se estableció, pues hasta los no iniciados en las carreras de dos ruedas iban a las pistas a ver la última hazaña del Dottore sobre su Yamaha, al terminar triunfante un gran premio. Sus rivales empezaron a llamarlo “the GOAT”, pero no irrespetuosamente como “cabra”, sino por el acrónimo Greatest Of All Time (el más grande de todos los tiempos).

Sin embargo, en 2010 Valentino firmó con Ducati y vinieron dos años malos, con tres podios en total, dos de ellos en carreras pasadas por agua donde demostró que pese a la dificultad que presentaba la desmodrónica moto boloñesa, Rossi todavía estaba en condiciones de ganar. Su firma con Yamaha para la campaña 2013 parecía para sus detractores un mal negocio, ya que enfrentaría mano a mano en la misma moto YZR –M1 al campeón reinante, el bicampeón Jorge Lorenzo, el único coequipero que lo había batido en MotoGP.

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Muchos esperaban un retorno a
 la gloria, otros pensaban que no volvería a ganar ante la calidad de su coequipero y la diferencia de edades. Con las opiniones divididas Valentino enfrentó con humildad la temporada, con un podio en la primera carrera y resultados discretos en cinco carreras subsecuentes, principalmente por problemas en la puesta a punto para calificar, mismos que dijo haber superado tras una prueba con la Yamaha en Aragón. Y fue fiel a su palabra pues calificó cuarto, su mejor sitio del año, en Assen, pista en la
 que había ganado en siete ocasiones anteriores. En la carrera (ver reporte en la página siguiente) vino de atrás para adelante, sin perder el ritmo en los giros iniciales y pasó a la cabeza rebasando a las Honda de sus rivales para encabezar la carrera al cumplir
la primera cuarta parte sin perder la punta en las 18 vueltas restantes, para ganar alejándose, muy a su estilo.

Pero no sólo fue lo que hizo, sino cómo lo hizo. En Assen brilló nuevamente el Rossi que frenaba más tarde sin tener que ampliar el arco de las curvas como en la era Ducati que no tenía suficiente agarre en la llanta delantera para su estilo. Y tomó las curvas con esa precisión quirúrgica que lo caracteriza, especialmente la chicana final de Assen que más parecía una recta que el veloz cambio de balance izquierda- derecha que es en realidad. Y aunque no es tan grande físicamente –no como su discípulo, el llorado Marco Simoncelli– es más alto que sus pequeños rivales españoles y esta vez se enconchaba hasta el mínimo posible para impedir que tomaran ventaja aerodinámica sobre él en las rectas. Fino, osado, preciso, manejó como la leyenda viviente que es, como el Valentino Rossi épico que tenemos en la memoria, como Il Dottore que siempre nos atendió y curó los males con una demostración espectacular tras una victoria ídem. Por algo es una leyenda viviente.

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