A finales de diciembre Michael Schumacher se cayó esquiando en Francia y desde entonces permanece en un hospital de los Alpes. ¿Realmente qué hay detrás de su coma inducido? Averiguemos…
Michael Schumacher está en un hospital de alta tecnología en Grenoble, Francia, especializado en accidentes de esquí, quizás el mejor de su tipo en el mundo y atendido por especialistas de gran nivel. Tuvo atención médica inmediata y aunque su casco quedó roto por el golpe, fue tratado con celeridad, se le operó y se le indujo a un coma para permitirle recuperarse mejor.
Cuando Schumacher llega al hospital los doctores le hacen unas perforaciones en el hueso para permitir que la presión intracraneal se aliviara pues, cuando hay demasiada, comprime a los vasos sanguíneos en el cerebro y provoca un círculo vicioso de más inflamación y mayor presión. Luego operaron los hematomas para eliminar los problemas de coagulación y reducir la inflamación aún más. Se estabilizó, se le puso en un ciclo vital de respiradores para darle oxigenación suficiente al cerebro y se mantuvo anestesiado en un coma inducido con flujo de nutrientes que le permiten recuperarse.
El coma inducido con anestesia tiene una función: eliminar la actividad eléctrica en el cerebro, para que toda la energía posible se use en el mantenimiento de las células en vez de en actividades superfluas como, por ejemplo, temblar, como reacción a que la temperatura vital se ha bajado (a 34-35°) para permitir una mayor eficiencia en la entrega de energía, impedir su desperdicio como reacción a estímulos externos y lograr una reducción del metabolismo.
Su estado es grave, pero el 18 de enero fue pasado de crítico a estable pues la inflamación va cediendo. Sin embargo, hay voces amarillistas que dicen que está en agonía y cosas por el estilo, sin sustento. El proceso de coma puede durar semanas, como en el caso de Karl Wendlinger, quien sufrió un golpe en Mónaco en las prácticas del GP de 1994 y, sin embargo regresó a la F1, sería campeón de FIA GT en 1999 y correría hasta hace un par de años. Eventualmente el cuerpo hace que la inflamación ceda y entonces se pueden bajar los niveles de anestesia y ver cómo responde, pero en el caso de Michael, un atleta súper acondicionado, lo físico no parece ser problema.
Lo esencial es ver qué hay debajo en la membrana que rodea el cerebro y en los tejidos cerebrales, para saber si hay lesiones y qué daños pueden ocasionar y como contrarrestarlos. Pero ese proceso sólo se hace cuando la presión intracraneal es normal y hacia allá va Schumacher. Todo lo demás es especulativo.
Hay que recordar el caso de Philippe Streiff, quien se accidentara y quedara cuadripléjico en las prácticas del GP brasileño de 1989 en un AGS. Son ya casi 25 años y ahora Philippe maneja un auto especial, se mueve en silla de ruedas y ha recuperado muchas de sus funciones motoras, con terapia. Y su caso fue mucho más grave pues incluyó sección de la médula, por lo cual no puede mover las piernas. El caso de Schumacher no tiene complicaciones medulares, y será cuestión de reparar los caminos neuronales al máximo posible para que recupere gran parte de su habilidad, quizás toda ella.
¿Qué ya no va a ser el Schumacher de sus años de gloria? Bueno, ya no lo era, como se demostró ampliamente durante su regreso a las pistas en F1. Tiene 45 años no los 25 de su primer título en 1994, no hay que pedir imposibles. Lo que se tratará es que sea un señor normal de 45 años de edad paseando por el mundo, montando su caballo, aconsejando a sus hijos, disfrutando a sus nietos (en el futuro). Es un proceso largo, incierto, pero los atletas no son personas normales, tienen mejor físico, determinación, y más un Schumacher, quien con su obsesión por lo físico impuso un estándar para los pilotos.
Lo que le manden de terapia lo hará, al doble; lo que le pidan lo cumplirá al 110% pues es un tipo que así se formó para ser el mejor. Todo lo que pueda recuperar, lo va a recuperar, pero lo primero que hay que saber antes de diagnosticar –a miles de kilómetros de distancia en la comodidad de sus consultorios como hacen los pseudoexpertos– es qué tan serias son sus lesiones, para poder plantear un camino de recuperación.