MARCELO ASSAF RECUERDA AL GRAN CAMPEÓN, EL HOMBRE QUE ESTABLECIÓ LA FÓRMULA UNO A NIVEL MUNDIAL

Al recordar a Fangio, sin tomar en cuenta la cantidad de detalles que caracterizaban al automovilismo de los 50s, muchos creen que su trayectoria resultó un trazo único, en el que solo aceleraba para ganar y se olvidan que en aquella F1 las carreras duraban de tres a cuatro horas, los pilotos iban con la mitad de su cuerpo descubierto, las medidas de seguridad eran precarias, y algunos circuitos estaban a un lado de precipicios donde la muerte esperaba –como le sucedió al argentino Onofre Marimón, el primer fallecido en la máxima categoría–; la preparación física no era la misma ni existía Playstation para ensayar.

Las virtudes de Fangio fueron múltiples y no sólo en el aspecto conductivo. Podía detectar una falla en su auto a la vez que exprimía al máximo la capacidad de mismo. Y en simultáneo, era muy astuto para cambiar de escudería, llegando a coronarse con cuatro de ellas en cinco oportunidades. Atrás habían quedado su Balcarce natal y la etapa nacional donde fue bicampeón de Turismo Carretera. Y gracias al apoyo del presidente Juan Domingo Perón fue que se lanzó a Europa con la idea de ganar, al menos una carrera.

Curiosamente algunos de sus momentos más significativos se produjeron en el segundo intento. Al debutar en la F1 con Alfa Romeo, el 13 de mayo de 1950, abandonó en el GP de Inglaterra, pero ganó ocho días más tarde en Mónaco, donde hizo la vuelta rápida. Ese año resultaría subcampeón, con tres victorias. Y en su siguiente temporada llegó el primer título, también con tres triunfos.

El 8 de junio de 1952 tuvo en la curva de Lesmo en Monza, a bordo de un F2, uno de sus dos accidentes más graves, sufriendo lesiones en las vértebras cervicales, por lo cual no pudo correr medio año. Salvó su vida gracias a que la Federación Internacional hizo obligatorio el uso del casco rígido, quedando atrás los precarios de algodón y seda. “Llegué al autódromo a las dos de la tarde, a las dos y media estaba corriendo…y a las tres entraba al hospital”, confesó con ironía. Fangio venía de hacer 900 kilómetros en auto desde París, casi sin dormir. “Lo que se dice una inconsciencia, porque jamás hay que manejar cansado”, reconocería.

Aún perduraba el recuerdo de su vuelco en Huanchasco, Perú, durante 1948 a bordo de un Chevrolet, donde murió su copiloto Daniel Urrutia, en el otro accidente grave al que sobrevivió.

Firmó con Maserati para 1953, con tres abandonos al hilo, pero ganó en Italia, la final del año, y alcanzó a ser tercero al cierre del calendario. Luego, en noviembre se impuso en La Carrera Panamericana sobre un Lancia D-24, cubriendo 3,070 kilómetros de suelo mexicano, en una edición marcada por la tragedia, extendiendo su poderío fuera de las pistas.

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Así como obtuvo cuatro títulos consecutivos entre 1954 y 1957, para ser quíntuple campeón mundial de F1, ganó el Gran Premio de Argentina en esos mismos años, que abrían la temporada en enero, en un romance único con la afición de su país. Algo que no se repetiría con sus colegas compatriotas, dejando cierta frustración a un público por demás exigente.

La última coronación sería de leyenda, el 4 de agosto de 1957 en Nürburgring, que él evoca:

“Teníamos un serio problema de cubiertas. Las Pirelli se gastaban más rápido que las Englebert de los ingleses y de los Ferrari, que no tenían que parar para cambiar. Entonces decidimos salir más livianos de gasolina y –favorecidos por el menor peso– tratar de sacar una diferencia que a mitad de carrera nos permitiera colocar cubiertas nuevas para seguir y ganar. Ensayé una vez y otra más; así tuve la tranquilidad de que la cosa era posible. El asunto era tener 30 segundos de ventaja al parar para cambiar las gomas”.

Pero su parada fue de 48, pues la tuerca central de una rueda cayó debajo del coche y los mecánicos no podían encontrarla. “Estaba parado a un costado del auto, tomando un poco de agua. Pasó Peter Collins, atrás Mike Hawthorn. Las dos Ferrari parecían burlarse de mí, alejándose, cuando me dijeron que volviera”. Y comenzó una remontada histórica en la que bajó 10 veces el récord de vuelta. “Donde tenía que colocar segunda, metía tercera. Alguna curva en primera la tomé en segunda. Doblaba adoptando ángulos forzados que nunca había hecho”.

Faltando una vuelta doblegó a Collins tras un duelo espectacular, que hizo aullar a los 100,000 presentes, y más adelante se deshizo de Hawthorn luego de 10 intentos. En los últimos metros se rompe el asiento del Maserati 250 F, pero abre las piernas y se afirma en las paredes del auto. Ya es quíntuple campeón mundial y queda para siempre como el más grande.

Su último año compitiendo fue 1958, el mismo en que un tal Bernie Ecclestone hacía sus pininos como piloto de manera infructuosa. Para ese entonces el mundo del automovilismo adoraba a Fangio, ya sin tomar mucho en cuenta que sus inicios en Europa fueron a los 38 años, cuando muchos ya están calculando el retiro.