Marco sería el tercer piloto oficial de Honda, con el equipo satélite Gresini, en 2012. Había subido a MotoGP en 2010 con Gresini. Ponía su moto en sitios donde no debería estar, peleando entre los 10 primeros en una moto que era de los cinco últimos.
Su estilo valiente recordaba a pilotos como Mike Hailwood, esos que no saben decir “basta”, que no saben rendirse, que luchan aunque las apuestas estén en contra, con maquinaria inferior, pero sueños y habilidad superiores. A la vez era amigo y compañero de Valentino Rossi. Instigaba muchas de las locuras con que Rossi celebró sus triunfos y tenían una grande preparada para cuando viniera la primera victoria de Marco en MotoGP, porque no era cuestión de que llegara, sino qué tan pronto caería.
En su segundo año en la categoría, Marco ya tenía una Honda oficial, pues algo vieron los japoneses, lo mismo que los aficionados habíamos intuido desde tiempo atrás. Su estilo rápido, agresivo y de batalla provocó que algunos se quejaran, especialmente tras un par de accidentes con Lorenzo en Assen y Pedrosa en Le Mans, pero Valentino lo defendió y Marco insistió en su lema: “Yo no regalo nada a los otros pilotos”.
La prensa española –con mucho peso en MotoGP, que es una empresa española y tiene cuatro carreras en España– lo atacó inmisericorde porque el alto centauro había reñido con sus pequeños rivales. Pero en las tribunas ver a Simoncelli era una brisa de alivio en un año en que Rossi estaba maniatado por la inútil Ducati GP11. Mientras los pequeños se agazapaban en sus motos, cubriéndose con el carenado, el gran italiano batallaba dando ventaja de unos 15 kilos, en una moto en la que apenas cabía.
Su estrella iba en ascenso: en Australia fue segundo, su mejor resultado, tras una batalla que mostró su talento táctico. Dovizioso lo pasó en la lluvia, pero Marco lo siguió, aprendió la línea y lo rebasó al final, mientras Stoner se coronaba. En Malasia, que desgasta mucho los neumáticos, Marco apostó a una estrategia de llantas duras que sacrificaba agarre al inicio, pero al final le permitiría ser más veloz y alcanzar a los que se adelantaran, en teoría. Nunca terminó la carrera.
Marco ya es inmortal, pero en una forma enteramente distinta a lo que habíamos visualizado. Ya no estará en las motos de 1000cc de 2012, más grandes y pesadas con las que los pequeños no tendrían ventaja sobre el joven alto que aprendía a pasos agigantados; con motos grandes no tendrían oportunidad frente a su talento creciente.
Marco ya había aprendido a dar ese paso hacia atrás que permite ver que, a veces, no es necesario ir al límite todo el tiempo. Las caídas ya eran infrecuentes, había empezado a dominar lo que los grandes llaman “la zona”, donde sólo el talento manda. Esto es lo que hemos perdido con su partida, ver a un grande emerger, algo que no sucede todos los días. Ahora ‘Súper Sic’ descansa en el panteón de los inmortales, donde pertenece. Y Rossi lleva el 58 de su hermano menor en su casco…