De Henry recuerdo particularmente el libro de Brabham, pero también los de Niki Lauda, Ferrari y muchos otros. Evidentemente parte de sus historias y detalles fueron incorporadas en lo que yo he escrito, para darme idea del contexto de las carreras de las cuáles no fui testigo presencial, pero también porque el estilo de los que te gusta leer termina por influenciarte cuando escribes, o eso supongo.
En el GP francés de 2008 en Magny Cours, cuando ya había publicado la primera edición de Los Hermanos Rodríguez, tuve oportunidad de entregarle una copia a Alan (y otra a Nigel, quien se sentaba junto a él en la sala de prensa de diversos circuitos) en español pero fue una forma de mostrar mi agradecimiento por sus clases en materia de automovilismo deportivo. Le gustó el trabajo, simplemente hojeando las páginas nos pasamos una sesión entre prácticas y me dijo que esperaba la edición en inglés. Y fue justo a tiempo, pues cuando terminó la campaña 2009 de F1 decidió que, a los 62 años de edad, ya estaba grande para seguir el circo máximo en todas sus paradas durante el año y se dedicó a ser corresponsal “casero”, pero permaneció como editor del anuario Autocourse y colaborador en nuestra revista hermana F1Racing. Su salud declinó en fechas recientes (al igual que la de Nigel) y Alan Henry pasó al panteón de los inmortales, en la sección de cronistas del deporte motor, el 5 de marzo pasado. El mundo del automovilismo empobrece por su partida. Descansa en paz, amigo…