Año dos, día uno para Max y Dan y, los toros de RBR ya intercambian chistes sobre sus cascos, mientras pasan el tiempo de descanso durante una sesión de fotos para la portada de F1 Racing. Los objetos que tienen en las manos son el tema de conversación más interesante. El Arai de Verstappen tiene un diseño nuevo y un terminado mate muy a la moda; Ricciardo optó por algo más clásico. Ambos están parados hombro con hombro, yuxtapuestos incómodamente como toros que no pueden ignorar la presencia de otro macho alfa. Coequiperos, pero rivales antes que cualquier otra cosa, son la pareja súper rápida que corre para la escuadra que busca dar el salto a la cima y pelear el campeonato en 2017… y ambos son contendientes posibles al título.

Ese nivel de anticipación le confiere una cierta chispa a su relación –pedernal contra acero– y, aunque no se percibe la frialdad de Seb Vettel y Mark Webber cuando compartían oxígeno en RBR, la charla no fluye naturalmente, así que intervenimos.

-¿Dan, el tejón mielero sigue ahí?
El tejón mielero, como cualquier fanático de Dan y F1 sabe, es un diseño que se encuentra en la parte trasera de su casco, como homenaje a una de las criaturas más feroces de nuestro planeta. El tejón mielero se distingue por ser un verdadero lunático. Como Donovan Rosevear relata en Los Carnívoros de África Occidental, esta bestia enojada es: “…prácticamente incansable cuando combate y puede agotar a otros animales más grandes en enfrentamientos cuerpo a cuerpo”. Nada mal para un piloto de carreras que es famoso por sus ataques atrevidos y la defensa vigorosa de su territorio.

Pero a Max no le impresiona.
-¿Es el que apesta?- pregunta, comparándolo de forma fulminante con un zorrillo.
-No, es el agresivo- contesta Dan.
Declaramos empate.

Hay muchas razones para pensar que el espectáculo Max vs Dan es uno de los prospectos más llamativos de 2017. Aparte de la competitividad del RB13 de Red Bull, el duelo interno por supremacía promete ser imperdible; 2016 dio muchos vistazos de lo que podemos esperar.

Desde el debut de Verstappen en el GP español el mayo pasado, era obvio que no estaba ni remotamente angustiado por enfrentarse con el piloto que en 2014 fue lo suficientemente rápido para hacer ver desgastado a Vettel, su coequipero tetracampeón mundial.

Durante buena parte de la calificación final en Montmeló, Max se mantuvo en P2, en un auto que no había manejado hasta el día anterior (después de su ascenso súbito del equipo cantera, Toro Rosso, en enroque con Daniil Kvyat) y en el cual no se sentía completamente cómodo. Su ritmo de calificación fue la declaración de intenciones enorme de un fenómeno de 18 años (cumplió 19 el septiembre pasado), pero Ricciardo lo dio todo en su propia vuelta de calificación final, que fue 0.4 s más rápida, y puso al chavo en su sitio… por un rato.

Un día después Max reescribiría los libros de historia al convertirse en el piloto más joven en ganar una carrera de F1, pero aun así no fue una actuación que trajera más ansiedad de la debida a Dan. Claro, después de liderar las primeras 30 vueltas (tras el choque que eliminó a Nico Rosberg y Lewis Hamilton), a Ricciardo le habría gustado anotarse la victoria, pero su ventaja de velocidad fue mitigada por una estrategia cuestionable de tres paradas y un pinchazo casi al final de la carrera. Perdió, pero no le ganaron. Fue mucho más difícil la debacle de Mónaco dos semanas después, cuando, después de ser el mejor a lo largo de todo el fin de semana, un error en una parada en fosos lo dejó atrás del ganador eventual, Lewis.

Max se fortaleció conforme avanzó la temporada y en Spa, lo más cercano a una pista local para el “Holandés Volador”, derrochaba confianza, ostentaba sus dones en uno de los últimos circuitos que verdaderamente retan a los pilotos. Aunque impresionó en la Q para llevarse la P2, la corrida de Max se terminó por un choque con Kimi Raikkonen que le arrancó el alerón frontal. Ricciardo pasó a segundo, pero el fin de semana fue de Max. Más adelante, en Brasil, Verstappen deslumbró con su genialidad sobre mojado y dejó a Ricciardo cinco lugares atrás, a pesar de que se quejaba de que su visor se empañaba.

Pero el GP de Malasia fue el que dio una muestra verdadera de los fuegos artificiales que podrían aparecer esta temporada, cuando, momentos antes de la explosión del motor de Lewis, Max y Dan se vieron inmersos en una pelea a alta velocidad que después se convirtió en la batalla por la punta. A lo largo de las Curvas 4, 5 y 6, lucharon llanta con llanta, se atacaron desde toda posición en la pista hasta que Ricciardo aguantó la frenada en la Curva 7 y se mantuvo adelante. Fue rudo, fue puro, fue un duelo verdadero entre dos pilotos talentosos, el tipo de suceso que pudo haber terminado en lágrimas, si no se respetaran tanto entre ellos.

Por suerte, no sucedió y esa estima recíproca es evidente cuando Verstappen y Ricciardo conversan con F1 Racing; pues aunque no son compadres, están lo suficientemente cómodos juntos y ambos son capaces de darle espacio al otro.

-Todavía no somos Lewis y Nico -bromea Dan con una sonrisa, cuando le preguntamos sobre las posibles tensiones que se avecinan- pero espero que podamos estar en esa posición, porque a los dos nos encantaría llegar a ese punto, en el que podamos pelear. Cuando lleguemos, básicamente querrá decir que los dos hacemos lo que queremos y buscamos conseguir lo que deseamos en este deporte, así que es difícil predecir o anticipar lo que pasará, pero creo esa sería una buena posición en la cual estar. Pase lo que pase… creo que es un puente que cruzaremos cuando lleguemos a él.

Declaraciones fuertes y no cabe duda que verdaderamente cree en cada palabra que pronuncia, con intenciones buenas y competitivas; sin filo ni púas. Dan es bueno y lo sabe. Pero sabe, también, contra quién se enfrenta… y le encanta.

-Lo más importante es que necesitamos respetarnos mutuamente -agrega Max- dentro y fuera de la pista. Hasta ahora lo hemos hecho bastante bien. Incluso durante esa pelea en Malasia, cuando luchamos por una victoria. Si podemos competir así, será increíble. Claro, si peleas por un campeonato mundial, puede que te pongas más nervioso, pero creo que es normal. Cuando estás metido en la pelea, sabes perfectamente cuándo estás por chocar o no, así que no debería traernos problemas.

Estos dos forman una gran pareja. Max, supremamente talentoso –el producto genéticamente perfecto de padre y madre pilotos, casi un Terminator en su esfuerzo y propósito incendiario–; Dan, el hijo más alegre –siempre ríe y sonríe, siempre listo para aligerar el ambiente con su alegría de vivir instintiva–, pero poseedor de una pasión interior casi palpable, así es su deseo de triunfar. Su enfrentamiento sin duda será atractivo. Podría ser inflamable. Y si perciben el aroma de un título –como tiburones atraídos por la sangre–, cualquier dejo de modales será la primera baja de la batalla.

RBR tiene un historial con estos temas: Webber vs Vettel produjo una serie de momentos memorables entre 2010-2013. Primero fue Turquía 2010 (Vettel eliminado después de un choque de toros en la Curva 12). Luego vino Silverstone ese mismo verano (“nada mal para un piloto #2”, declaró el ganador, Webber, después de sacar a Vettel en la primera vuelta). Y la infame orden de equipo “Multi 21” en Sepang 2013, que Vettel no obedeció y le garantizó la aversión de por vida de un australiano determinado.

Eso fue complicado. Esto es cosa de niños hasta ahora, pero hasta a los amigos de carreras se les puede “zafar” cuando sienten que están cerca de cumplir con el sueño de sus vidas. Sólo hay que preguntarle a Nico y Lewis.
El jefe de equipo, Christian Horner, más sabio después de esas cuatro temporadas de “súper equipo” (2010-2013), acepta que hay un potencial pirotécnico si RBR pelea por el campeonato en 2017:

-Hay respeto genuino entre ellos y por el equipo. Claro que eso aumenta la presión –dice– porque la recompensa sería mucho mayor y eso trae una dimensión extra. La primera persona a la que quieren derrotar es a su coequipero y esa es la persona contra la que se enfrentarán, además de los rivales.

Horner no duda, sin embargo, que ambos son merecedores de una pelea vigorosa en la punta.
-Genuinamente creo que tenemos a la dupla más fuerte. Son pilotos extremadamente talentosos, que sacan lo mejor el uno del otro. Están enfocados y en su mejor forma y son exigentes. Max tiene menos experiencia y Dan tuvo un nivel altísimo de desempeño en 2016, así que tendrá mucha confianza esta temporada. Pero va a ser una batalla estilo Nadal y Federer [que duró cinco sets, tres horas y media y la ganó Federer] en la final del Abierto de Australia 2017.

El catalizador de cualquier explosión interna es la llegada de un tercer elemento vital: un auto suficientemente rápido para ganar el título. Y la historia moderna de F1 nos dice que el equipo que cuente con Adrian Newey en sus filas cuando hay un cambio de reglas –como en 2017– suele tener el mejor chasis.

Newey, el oficial técnico en jefe y diseñador genio residente de RBR, fue el primero en dominar las reglas de huella angosta y neumáticos con surcos en 1998. ¿El resultado? Un bicampeonato para McLaren. En 2009, cuando la F1 adoptó la aerodinámica de superficie más limpia con un alerón frontal más bajo y ancho, su RB5 fue el auto más rápido al cerrar la temporada y Brawn GP sólo ganó los títulos por la ventaja inicial lograda con el chasis de difusor doble que Newey consideraba ilegal; pero de 2010 a 2013, los RB-Renault fueron dominantes y se llevaron cuatro dosis de campeonatos dobles. Este año vuelve a depender de la interpretación inteligente de las reglas; los autos son más anchos, con alerones más grandes, van más atrás y dan un incremento de carga aerodinámica de hasta 30%. Habría que ser un apostador temerario para ponerle dinero a que un equipo liderado por Newey no diseñará la versión más rápida y agresiva de los autos 2017.

Horner prefiere no hacer predicciones precipitadas antes de que el auto corra, pero admite la excitación que provoca esta dupla.

-Hay un murmullo en la fábrica. Es emocionante para todos nosotros llegar a esta temporada con estos dos pilotos en nuestro arsenal.

Eso deja a su socio, Renault, como la variable de desempeño desconocida. Los galos quedaron abrumados por la embestida ingenieril de Mercedes en la era “híbrida” de F1, que empezó en 2014. Incluso al final de 2016, el tercer año de la fórmula híbrida, Mercedes continuó con su dominio absoluto, con desempeño de motor sobrado sin usar para asegurar mayor fiabilidad. Desde la temporada pasada, sin embargo, Renault sigue comprometido con la F1 como proveedor de motores a otros equipos y su planta en Viry Chatillon tiene una directiva técnica fortalecida y un enfoque renovado hacia la competitividad absoluta. Si Renault se pone las pilas, RBR tendrá todo para ser contendientes al campeonato, justo cuando Mercedes entra a un periodo de inestabilidad relativa tras la salida de su jefe técnico, Paddy Lowe, rumbo a Williams, y el retiro del campeón, Nico Rosberg.

El prospecto de una pelea entre cuatro por el título pone a salivar a Ricciardo:

-Para los fanáticos, sería grandioso tener a dos equipos peleando el campeonato en lugar de a uno y, si estamos en esa posición, sería increíble si es una pelea entre yo, Max, Lewis y, quizás, Valtteri, en lugar de sólo Max y yo. Es un desafío más grande y también es más satisfactorio si ganas. Los últimos años, claro, Lewis y Nico ganaron los títulos mundiales, pero los han peleado entre ellos. No han tenido que ganarnos a los otros 20.

Max expresa sus deseos de competencia de forma un poco diferente, ve hacia el futuro de su lucha por un desempeño máximo, en vez de anticipar un trayecto emocionante.

-Mi padre [el ex F1, Jos] siempre me dijo: “Tienes que ser lo más rápido que puedas desde el principio, desde las primeras cinco vueltas”, así que siempre lo fui, porque en carreras de fórmula siempre tienes que estar al tope desde el principio. En cuanto al campeonato, para ser honesto, no he pensado en ello todavía. Cuando me den el auto para conseguirlo, por supuesto que sé que seré capaz de pelear por él. Cuando vea dónde nos encontramos con el auto, entonces decidiré si podemos pelear por el campeonato o no.

¿Flemático? Ciertamente, pero el joven Max puede llevársela con calma, pues tiene mucho tiempo de su lado. Ricciardo es un poco mayor a sus 27 años y quizá empieza a preguntarse cuándo le tocará su probada de la verdadera cima de la F1. Tiene más urgencia, está impaciente por alcanzarla y poder competir al nivel más alto.
Preguntamos, al retirarnos, cuál será el poder especial, el atributo único que los separa del resto de sus colegas, que cada uno de estos pilotos considera que posee.

Max sugiere, honestamente, aunque no sin humor: -Puedo caminar sobre el agua.

Ricciardo, después de una pausa breve, suelta una sonrisa de oreja a oreja y declara: -Creo que puedo volar.
Así, sin más, se van, Daniel todavía de muy buen humor y cantando una versión a cappella del éxito de R. Kelly, “I Believe I Can Fly”, mientras lanza una botella de agua varios metros al aire para luego atraparla con una mano, casi sin esfuerzo. Max, de espaldas a nosotros, con un pie suspendido frente a él, ya está fuera de la puerta.