El domingo pasado hacía frío en la capital mexicana y me puse una chamarra muy felpuda que tengo. La uso en ocasiones especiales porque ya tiene sus años y estimo lo que representa. Dice “Dan Gurney – Alligator”, la marca de sus motocicletas. Luego, mientras comía me enteré que Dan había fallecido de pulmonía unas horas antes, a los 86 plenos, muy plenos, años de edad. El choque fue intenso, pero no había lugar para el duelo personal y aguante hasta llegar a casa para desahogar las emociones.
Yo había leído mucho de Dan desde chico, sabía mucho de él porque su vida se entrecruzó con los hermanos Rodríguez y cuando investigaba para la biografía de nuestros pilotos más grandes recurrí a él varias veces, a través de Kathi, su asistente, pues nos había presentado Alex, su hijo quien era coequipero de Luis ‘Chapulín’ Díaz en Fórmula Atlantic y luego gran rival en Grand Am, y siempre nos llevamos bien. Sus respuestas a mis dudas fueron con explicaciones mucho más allá de lo necesario para aclarar un punto. Y yo prometía que cuanto estuviera lista la biografía se la iba a llevar.
En 2009 finalmente pude llevarle la versión en inglés, pues iba a Los Ángeles a recibir un premio por la misma obra y quedamos de vernos el ocho de diciembre en la sede del All American Racers en Santa Ana, cerca de la megalópolis. Era una cita de media hora y mi esposa y algunos escuderos se me unieron en la visita. Nos recibieron puntualmente y pasamos a una sala de juntas donde nos alcanzó Dan y ya nos fuimos presentando. Ahí tomó membresía personal en la Scuderia Rodríguez y nos sentamos a platicar acerca de sus amigos Pedro y Ricardo, mientras abría el libro en inglés y comentaba anécdotas de cualquier página en la que lo abriera, pues él había estado en casi todos lados corriendo contra ellos. Platicamos de la victoria en las primeras 3 Horas de Daytona en 1962, cuando Ricardo fue segundo, y del viaje al parque nacional en las afueras de Johannesburgo el día después de la victoria de Pedro en Sudáfrica en 1967.
Cuando ya llevábamos más de una hora inevitablemente salió Jo Ramírez a la plática y las anécdotas de Dan fluyeron, pues fue uno de sus colaboradores de confianza y el afecto entre ellos era grande hasta el final. Yo platicaba del gran equipo que tenía en el AAR y cuando mencioné al gran fabricante Phil Remington, el hombre que podía convertir cualquier metal o plástico en piezas de auto de carreras en poco tiempo, Dan me dijo, “Phil sigue trabajando conmigo. ¿Quieres conocerlo?”. Nos levantamos y Dan nos dio una visita guiada de la planta y llegamos hasta donde estaba Phil cumpliendo su trabajo como lo hacía desde 45 años antes cuando se fundó AAR. Platicamos un rato, nos mostró lo que estaba fabricando y seguimos rumbo a una zona que estaba preprando como un pequeño museo, todavía en construcción, con algunos de los autos más representativos de la firma: varios Eagle de Indy, prototipos y más.
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