El nuevo Mini Cooper S y sus rivales de Audi, Citroën y Ford son grandes en diversión a un precio accesible. Pero, ¿cuál es el mejor? Andew Frankel decide
A todos nos gusta leer sobre autos exóticos de motores vastos, potencia enorme y precios aún mayores. Luego regresamos a nuestro mundo real en donde necesitamos un auto que quepa en nuestra restricción de espacio, que sobreviva la noche estacionado en la calle, al que le quepan nuestras compras, nuestros niños y nuestras vidas laborales. Por supuesto, queremos que sea divertido y que diga buenas cosas de nosotros, pero, por encima de todo, necesitamos que nos funcione, y que nosotros podamos financiarlo.
Este es el territorio invadido de forma tan rapaz por el Mini tres puertas desde hace más de una década. Siempre ha sido un auto pequeño y, pese a lo que hayan visto en otros lados, aún lo es. Incluso en esta tercera generación, es más corto y más bajo que los sospechosos comunes que aquí reunimos con la esperanza de exponer sus debilidades, y es más estrecho que todos menos uno. Antes y hoy, se siente como un auto premium, con un interior reluciente, una construcción sólida, y una sensación intangible de integridad ingenieril; además, ahora no parece tan caro, particularmente dado el valor residual de reventa que garantiza.
El tren motriz del Fiesta es un mero actor de soporte para el chasis, que no ha perdido nada de su poder para asombrar.
En su versión Cooper S, cuesta un poco más que el más cercano Citroën DS3 o el Ford Fiesta ST, pero con un motor de 2.0 litros y 189 caballos y una suspensión trasera multienlace es muy superior a los motores 1.6 rivales (155 caballos en el DS3 y 180 caballos en el Ford) y ejes traseros baratos de barra de torsión. Y parece una ganga al lado del Audi A1 más barato que puedes comprar con la versión completa de su motor de 1.4 litros y 182 caballos. Es verdad que este A1 S incluye una transmisión automática de doble embrague y siete velocidades, pero hay que apuntar que ni siquiera existe la opción de una manual, así que, si quieren pagar menos y cambiar velocidades, con el Audi no es posible.
Pese a esas diferencias, son las similitudes de sus especificaciones las que impresionan más cuando se encuentran. Audi, Citroën y Ford son notablemente similares en tamaño y aceleración, excepto por el menos poderoso Citroën todos están en una décima. Todos tienen motores de inducción forzada de relativamente baja capacidad impulsando sus llantas delanteras. Los autos manuales tienen todos cajas de seis velocidades. Pero cuando le metes en una de las mejores carreteras de Gran Bretaña y los apuntas hacia la montaña y de regreso uno por uno, notas que son más las diferencias que las similitudes.
El Fiesta va primero, porque lo consideramos el mejor auto en su nicho. Necesitamos un parámetro para batir, un estándar para todos los otros en general y para el Mini en particular. El Fiesta no ha perdido su poder de deslumbrar. Pese a que el motor despliega mucha más potencia que la que Ford puede declarar (en sobre carga, da 197 caballos) y aunque su transmisión es rápida y precisa, el tren motriz del Fiesta es meramente un actor de reparto para su chasis, la vía que facilita la entrada de energía requerida para que su suspensión haga cosas impactantes.
Sería muy fácil descartar al Fiesta como un auto de un solo truco, porque es mejor en dejar suelta su cola que cualquier cosa fuera de un Peugeot 205 GTI, pero eso sería menospreciarlo. De hecho, es todo el paquete lo que hace la magia. Todos los sistemas del auto –la rigidez del chasis, la dirección, la amortiguación e incluso la forma en que la ESP trabaja– están tan tersamente integradas que producen un nivel de interacción con el piloto, sin paralelo en clase en la generación actual. Ajusta su actitud notablemente rápido según sus ajustes a media curva, una condición potencialmente desastrosa en cualquier auto que no ofrezca la confianza de explotarlo, pero, dado que es lineal y su dirección es rápidamente reconfortante, esto es amplia y apropiadamente explotable. Así que podrías manejarlo como un “hooligan” y gritar de risa, o simplemente puedes desplegar sus habilidades con gran sutileza para nunca necesitar un centímetro más de asfalto de lo normal y utilizar su precisión para cubrir terreno como este a un ritmo que muchos autos deportivos construidos con este propósito no podrían igualar.
El DS3 es su rival más cercano, al menos conceptualmente. Pero en la realidad, es un auto con prioridades completamente diferentes, mucho más preocupado con proyectar una imagen de su conductor que en hacerlo sentir como un héroe al volante. Su falta relativa de potencia comparado con los otros se convierte en algo positivo, porque el chasis ya está al límite de lo que puede lidiar sin modificaciones adicionales. El motor jala desde revoluciones bajas pero sufre de una respuesta tardía del acelerador y de una renuencia a ceder revoluciones entre los cambios, como si estuviera atado a un lastre de 10 toneladas. La caja de cambios tiene una sensación ligera e imprecisa pero los radios están bien seleccionados. Con poco del equipamiento requerido para esta tarea, sus intentos por entretener son tibios, cuando mucho. La dirección es su falla más grande, pues presenta una sacudida notable en los brincos pero sin retroalimentación discernible. La suspensión es demasiado suave para este tipo de trabajo, incapaz de evitar que el auto dance y oscile en las ondulaciones y los cambios de cámber. El hecho que sea el más lento y menos divertido y también el más duro de los cuatro para manejar, nos dice todo, pero no está disponible en México.
El Audi se acerca desde una dirección completamente diferente, con éxito mucho mayor. Mientras el Citroën se bambolea, la suspensión del A1 amarra tan bien al auto que en realidad lo preferirías un poco más suave, primero para mejorar el paseo mediocre pero también para dejar que el auto respire un poco más en la carretera. Pero incluso, para todos aquellos acostumbrados a los Audis rápidos minados por un chasis indigno, la noticia es buena: el A1 es rápido y hábil de lado a lado, su causa apoyada por un peso y cambios perfectos y por la consistencia de su dirección.
También es rápido. Su motor no está tan cargado de torque o dotado de una respuesta instantánea del acelerador como lo podrían sugerir su configuración de súper y turbo cargador, pero aun así, provee un poder robusto en el medio rango que da lugar a un cierre entusiasta hacia la línea roja. De no ser por el rugido áspero e innecesario, probablemente sería el mejor motor en el grupo. En cuanto a la caja de cambios automática de doble embrague, es un ejemplo efectivo de su arte, pero le falta suavidad en la ciudad. Y preferiríamos que fuera manual.
Así que ahora el escenario queda listo para el Cooper S. El Mini se siente como nacido para retos como este. Dejando de lado los rubores del DS3, se las ingenia para combinar incluso más compostura que el Audi con una libertad de expresión no muy alejada del Fiesta.
También, a diferencia del Ford, el motor del Cooper se siente como un socio en igualdad cuando está en marcha. Tiene la mejor respuesta del acelerador en el grupo, jala más duro desde revoluciones bajas y tiene el mejor sonido cuando se acerca la línea roja, todo ello sintomático del hecho de ser un motor de desplazamiento relativamente grande que, aunque es turbocargado, puede usar una presión modesta con su correspondiente radio de compresión alto. Para el empuje en línea recta, no es más rápido que el Audi o el Ford, pero como necesitas hacer menos cambios se siente más rápido y más terso.
También es más rápido de punto a punto. El auto traía la suspensión adaptativa opcional –la primera en cualquier auto de su clase– y mientras lo tengas en modo Sport, entrega un desempeño casi sin fallas, combinando una precisión de clase mundial en la dirección con la mejor amortiguación que hayamos encontrado en un auto de esta categoría. Le falta las tendencias exhibicionistas del Fiesta pero aun así ofrece toda la sensibilidad del acelerador que desee cualquiera sin adicción clínica al sobreviraje.
Pero hay un precio que pagar. Mientras que el Citroën y el Ford son un transporte apretado para cuatro personas y casi un purgatorio para cinco, los asientos traseros del Audi y el Mini, deberían ser considerados más allá del límite para los adultos, y ninguno podría acomodar a un quinto ocupante, ni siquiera en una emergencia. El Mini ha crecido un poco en relación al último, casi todo en la distancia entre ejes, pero cualquiera que espere que el primer Mini tres puertas sea realmente amistoso con la familia se llevará una gran decepción. También tiene la cajuela más pequeña del grupo y, por mucho, la peor capacidad de carga máxima con asientos abatidos.
Por otro lado, si sólo eres tú y tu acompañante, el auto es tan sólido en las agencias como en la calle. El interior del Fiesta no ha envejecido bien y se ve barato comparado con los otros, pero al menos Citroën ha tenido un acierto al inyectarle más carácter a la cabina del DS3. Y si prefieres la forma a la funcionalidad, hay algo que decir al respecto. Pero los interiores del Mini y del Audi están en niveles diferentes en términos de percepción de calidad y presentación de la información, y el Mini más que nunca, pues finalmente entendió y quitó ese absurdo velocímetro central. De los dos, preferimos el enfoque del Mini, porque aunque la cabina del A1 es sobria, una iteración más austera de cualquiera de las docenas de interiores de Audi que hemos visto, la cabina del Mini se ve y se siente fresca, cara e interesante.
Eliminamos al DS3, no porque sea un mal auto, sino porque es malo en las cosas en las que los otros autos en esta prueba nacieron para hacer. No es un auto de conductor ni en la más generosa de las imaginaciones, sino un accesorio de estilo, y si esta fuera una revista de moda, probablemente estaríamos haciendo una reseña diferente.
El Audi se coloca en tercero, pero lo hace de forma honorable. Está construido bellamente y es notablemente competente en los caminos más desafiantes, pero cuesta mucho, y no es lo suficientemente divertido en su manejo como para retar al Ford o al Mini.
De los dos restantes, tendré que darle el triunfo al Mini, y Ford debe estar realmente orgulloso que se haya requerido un auto tan impresionante como el Cooper S para superarlo. El Fiesta sigue siendo más divertido de manejo, y sigue siendo el tres puertas más entretenido que esta cantidad de dinero pueda comprar. Pero, por más que queramos, no podemos vivir solo en las montañas, y una prueba como esta, que tiene que estar matizada de consideraciones de mundo real, donde debemos ver el auto con el que viviremos es más importante que su manejo. Y la verdad es que el Cooper S es casi tan bueno en manejo como el Fiesta ST, pero el Ford, salvo su capacidad, no está en el mismo código postal que el Mini en el resto de las áreas. A fin de cuentas, y por un margen ligero pero significativo, eso es lo que le da la ventaja.