JOSÉ ANTONIO ASPIROS VILLAGÓMEZ
Este 11 de julio se cumplió medio siglo de que el corredor de autos mexicano Pedro Rodríguez de la Vega perdió la vida a los 31 años en una competencia en Núremberg, Alemania. Era un deportista muy conocido y celebrado en el mundo, como lo es ahora el tapatío Sergio ‘Checo’ Pérez, ya con dos victorias y varios podios en el campeonato de Fórmula Uno.
Pedro murió cuando el Ferrari 512M que conducía, perdió un neumático, se estrelló contra un muro de contención y rebotó hacia la pista en medio de las llamas; fue llevado a un hospital, donde falleció dos horas después a causa de las quemaduras y fracturas.
La tragedia ocurrió en las 200 Millas de Norisring, una carrera en la que el piloto aceptó participar de último momento, y para recordarlo la Scudería Hermanos Rodríguez (SHRAC) colocó en 2006 una placa en el sitio del accidente, luego produjo con la firma Brumm una serie numerada de copias a escala del 512M, y por un arreglo con Correos de México, en 2018 fue emitida una estampilla postal conmemorativa de su victoria en las 24 Horas de Le Mans en 1968.
Un año antes del accidente, el presidente Gustavo Díaz Ordaz había dispuesto que el autódromo de la Ciudad de México llevara el nombre de Ricardo Rodríguez (hermano de Pedro, fallecido en 1962), pero nunca fue develada la placa respectiva. Y cuando Pedro murió, el gobierno de Luis Echeverría lo renombró ‘Hermanos Rodríguez’.
Ese autódromo, también conocido como de la Magdalena Mixhuca, alberga desde el año pasado un hospital temporal para enfermos de COVID-19, que será retirado en agosto próximo según planes del Gobierno de la Ciudad de México, para permitir la celebración del Gran Premio de Fórmula Uno a finales de octubre, cuando la afición irá con la expectativa de ver una victoria más de ‘Checo’ Pérez.
Versátil como fue, Pedro Rodríguez corrió en diversas categorías internacionales. El libro Los hermanos Rodríguez, del historiador del automovilismo nacional y secretario general de la SHRAC, Carlos Jalife Villalón, relaciona sus 279 “carreras principales” a partir de 1953 (nació en 1940), con sus 33 victorias y muchos datos biográficos.
VER: Las 10 mejores victorias de Pedro Rodríguez
Destacan competencias como las ya citadas 24 horas de Le Mans, donde corrió desde los 18 años, y las 24 Horas de Daytona, Florida, lugar de sus triunfos en 1970 y 1971 con Porsche 917K, que en esos dos años ganó el campeonato mundial de marcas en la categoría Sport. En Fórmula Uno, Rodríguez logró las palmas en Sudáfrica (1967) y Bélgica (1970).
Fue gran corredor bajo lluvia y en competencias de seis, 12 y 24 horas; de mil kilómetros y de mil millas. El jefe de su equipo, John Wyer, lo consideró uno de “los más excepcionales pilotos del mundo” en prototipos.
Como lo hemos señalado en otras oportunidades, en París Pedro fue perseguido por multitudes; en Sebring, Mónaco, Zandvort, Le Mans y otras pistas fue aclamado; el ya desaparecido periodista y amigo Roberto González Pérez (El Heraldo de México), escribió que en Montecarlo “una avalancha humana se acercó a saludarlo y entre jalones y apretujones fue tirado, pero se entristecía cuando llegaba a México y pocos realmente reconocían su valía. Alguna vez vimos cómo en el Autódromo de la Magdalena Mixhuca le silbaban”.
Enrique Martín Moreno, quien fue representante de México ante la Federación Internacional de Automovilismo, lo consideró “un titán del deporte (que) nunca contó con el apoyo de los mexicanos”. Pero aun así, miles lo acompañaron, por momentos bajo la lluvia, desde el aeropuerto y la funeraria hasta el panteón Español cuando sus restos llegaron a México para ser sepultados, según escribió Jaime Durán en Excélsior.
Y en nuestra crónica sobre el sepelio para la agencia informativa Radionoticias El Heraldo, consignamos que Martín Moreno, también presidente de la Asociación Nacional Automovilística, dominado por el llanto le dijo a Pedro en la oración fúnebre en el cementerio que “los hombres como tú no se entierran, se siembran. Ojalá que tu semilla fructifique”.
Pedro Rodríguez confesó alguna vez que corría por el placer de conducir a más de 300 kilómetros por hora, y ciertamente demostró que lo disfrutaba a pesar de conocer los riesgos. Por los resultados de esa pasión figuró en El libro Guinness de los récords.
Meses después de su muerte, su padre también de nombre Pedro Rodríguez escribió en el diario Esto que “me preguntan muchos porque (sic) impulsé a los muchachos, sin medir las consecuencias. Lo real es que sabía a lo que estaban expuestos. Yo confiaba tanto como ellos mismos en su habilidad. Pero en el automovilismo existen muchos factores desconocidos que pueden ser mortales […] Me gasté (en impulsarlos) cerca de 10 millones de pesos de los cuales pude disponer gracias a que en ese entonces tenía industrias que producían ganancias fabulosas, pero que se acabaron”.