Rafael Bolaños Cacho
Estos días la F1 representa –más que nunca– una lucha tecnológica donde el ingenio al servicio de la aerodinámica del auto juega un papel esencial en la determinación de qué piloto es o no ganador, sobre todo si tomamos en cuenta la gran paridad que existe entre las plantas de poder y el talento de varios volantes.
Son pocos los pilotos en la historia que podrían aspirar a lograr un campeonato sin tener un auto ganador y Fernando Alonso es uno de ellos. La escudería escarlata tuvo un inicio de temporada aún más incierto que la de los Toros Rojos; sin embargo aparecía una y otra vez la capacidad, el talento y la gran experiencia de un hombre destinado a lograr su muy merecido tricampeonato en este 2012, lo cual no pasaba con Vettel, quien acostumbrado a tener un auto muy superior en 2011, le costaba mucho tener que competir en inferioridad.
Pero, tras bambalinas un genio, Adrian Newey, laboraba silenciosamente contra reloj como en 1994 tratando de descifrar el rompecabezas llamado RB8. Eso mismo pedía desesperadamente Alonso a Ferrari; sin embargo, los rojos nunca pudieron darle un auto superior a la competencia. Lo que mantenía la esperanza del asturiano era que diferentes pilotos se repartían los triunfos –siete diferentes en las primeras siete carreras– incluido Alonso.
La temporada era algo pocas veces visto en la F1, aunque todos sabíamos que cuando Newey descifrara al RB8 todos estarían en problemas, ya que el joven maravilla con el auto bien es prácticamente imbatible. Alonso sabía que tenía que seguir sumando para lograr un colchón que le permitiera soportar la embestida del Toro cuando despertara.
Finalmente, Newey descifró el rompecabezas del RB8 y comenzaron las victorias contundentes de Red Bull con Vettel. Muchos se resignaron a ver que la tremenda temporada que habíamos soñado a inicios de 2012 fuera un recuerdo. Pero sólo un piloto en la parrilla podía enfrentar al Toro sin armas suficientes, pero sí con un enorme talento e inteligencia: Alonso, ¿quién más?
El zorro de las pistas en esta ocasión no contaría con la fortuna y en Spa y Suzuka iba a tener dos incidentes al inicio de las carreras que le impedirían sumar puntos que, a esas alturas, eran muy valiosos en la lucha contra Vettel.
Pero Alonso sabía que el germano podía perder bajo presión. Por ello, ‘Nano’ buscó llegar a Brasil con menos de 25 puntos de desventaja y así ponerle presión inédita a Vettel cuyo primer título había llegado en la final de 2010, sin nada que perder; en 2011 la ventaja que tenía su RB7 era suficiente como para ganar sin despeinarse; pero en 2012 tendría que luchar contra Alonso y contra la gran presión de ser favorito para el tricampeonato.
No se puede medir quién merecía más el título, pero me queda claro que en la arrancada del GP de Brasil, todos los tifosi pensaron que se repetiría el milagro rojo de 2007 con Kimi, al ver a Vettel siendo víctima de la presión tocarse con Bruno Senna en la Curva 4 y observando, como siempre, a Fernando sacarle todo –y más– al auto rojo.
Pero el RB8 diseñado por Newey aguantó el contacto y en una carrera incierta Alonso perdía el título por meros tres puntos contra un auto muy superior.
Quizás el libro de los records –mentiroso en esencia– marque un sólo campeón, pero los que vivimos de cerca esta temporada no olvidaremos el enorme trabajo realizado por el asturiano buscando el tricampeonato, casi siempre en inferioridad técnica, pero nunca en talento.
En 1993 Senna y su McLaren lucharon contra el monstruo de Newey, el Williams FW15 que conducían Alain Prost y Damon Hill. Sus hazañas no quedaron escritas en el libro de records, pero sí en la mente y corazón de los que lo vivimos y vibramos con esas historias de verdaderos ídolos.
En 1993 el tetracampeón fue Prost, sin embargo, el piloto del año fue Ayrton, y Prost lo supo siempre. En 2012 el tricampeón es Vettel, sin embargo el mejor piloto de la temporada fue Alonso y Vettel, en el fondo, seguramente lo sabe…
En este deporte en el que la parte técnica es tan importante, no siempre el campeón del mundo es el mejor piloto, por ilógico que parezca. En algún momento esos pilotos que han contado con un auto ganador no lo tendrán y ahí veremos sus verdaderos alcances, como los que ha demostrado Alonso en 2012: un rey sin corona…