Ricardo y Pedro Rodríguez fueron a la inauguración de la pista de Riverside, en las afueras de Los Ángeles, California, el 21 y 22 de septiembre de 1957. NUESTRO HISTORIADOR EN JEFE recuerda este primer éxito de México fuera de sus fronteras en el deporte motor
Desde Torreón, donde habían corrido y ganado en la carrera del Jubileo, los Rodríguez cargaron el Porsche y se fueron en caravana a California, acompañados de muchos amigos, con la promesa de intentar buscar algo bueno en E.E.U.U.
Las fiestas no pararon durante todo el fin de semana en Riverside, que estaba financiada parcialmente por John Edgar. Al llegar a las prácticas, don Pedro llevó un regalo de cactus mexicanos para el autódromo y lo entregó a E. Forbes-Robinson, gerente del complejo. El viernes, al ver a Ricardo muchos otros pilotos se reían y se burlaban, sin saber que Pedro entendía inglés perfecto y podía traducir todo lo que decían.
Iniciaron las carreras. El anticipado duelo de Ricardo con Ken Miles no se produjo pues el inglés era parte del equipo de Von Neumann, quien había prohibido inscribir sus autos si él no estaba presente, y se encontraba en Europa; por lo cual, Miles se puso furioso, pues quería mostrar que era mejor. Ricardo, al saber que Miles no corría, estaba seguro de que nadie le podría ganar y practicó para acoplarse al circuito y lograr un buen tiempo. Skip Hudson se despistó y arruinó el RS de Jean Pierre Kunstle, un suizo que había sido noveno en Sebring. Carroll Shelby chocó el Maserati 4.5 litros de Edgar en la curva 6 y lo mandaron al hospital, donde le pusieron 72 puntadas y no compitió.
La carrera del sábado fue la sexta en el programa, destinada a autos modificados de 1,000 a 1,500 cc; estaba pactada a seis vueltas del trazado de nueve curvas y 5,271 metros, con el Porsche de Ricardo en la clase F (1301-1500 cc), aunque el favorito era Bob Drake, cuyo Cooper-Climax había batido a Miles recientemente. Ricardo, quien todo el fin de semana se paseó y se dejó retratar con unas camisetas de la revista MotoRacing que le había regalado el editor Gus Vignolle, se fue en punta desde la salida, dejando atrás a Jack McAfee y Joe Playan en sendos RS, pero sin conseguir sacudirse a Drake. En la quinta vuelta falló un cambio al entrar a la Curva 1, perdió inercia y fue rebasado por Bob, pero en la recta trasera se recuperó y retomó la punta para ganar en 14’36.0” con 1.1 segundos de ventaja. McAfee y Playan siguieron, con Ignacio Lozano quinto, en un Lotus de la clase ‘G’, hasta 1300 cc. Ricardo cada vuelta mejoraba y su mejor giro lo hizo al final con 2’20.5” y tras celebrar la victoria, lo primero que comentó fue: “¡Qué lástima que no pudo correr el señor Miles!”, y rió.
Al día siguiente se completó el programa y a Ricardo le tocó competir en el Riverside Trophy para autos Sport de 1500 cc o menos, cuarta ronda del día, a 25 vueltas. Con 21 inscritos, el mexicano había obtenido la PP. En la arrancada Kunstle, cuyo auto había sido reparado en LA el día anterior, lo pasó antes del final de la vuelta. Ricardo lo rebasó y se mantuvo ahí el resto del camino. Playan disputó el segundo sitio con el suizo, pero éste definió a su favor en el sexto giro y ahí se quedó. En la vuelta 10 Ricardo hizo la VR, 2’17.5”, pasando a más de 220 kph al final de la recta trasera, y para la 12 ya sacaba cuatro segundos de ventaja, que acrecentó hasta cruzar la meta con 13” sobre Kunstle, además de lapear a todos excepto al suizo, Playan y McAfee. Quinto quedó Lozano, ganador en clase G, mientras Drake abandonó por sobrecalentamiento sin ser amenaza. La celebración entre los mexicanos fue grande, especialmente por el beso que le dio la reina de la carrera, la rubia Shirley Harrison, quien al terminar dijo: “No besa como un muchacho de 15 años”. Sin embargo, muchos estadounidenses empezaron a decir que Ricardo ganó porque Miles no corrió, pero el tiempo de Ricardo fue el duodécimo mejor entre 127 participantes, y promedió 135.668 kph en la victoria siendo que había una treintena de pilotos con carros mucho más potentes. Los organizadores le informaron que el triunfo lo calificaba para la carrera estelar, pero don Pedro decidió que con dos victorias tenían y prefirieron irse invictos a las tribunas a ver el triunfo de Paul ‘Richie’ Ginther, en el Ferrari 4.9 de John Edgar, cuando Drake se despistó en un auto similar, del equipo de Frank Arriero, a dos vueltas del final.
La entrega de premios y fiesta posterior en honor a Ricardo en casa de Cary sirvió para impactar más a los pilotos que no creían que un niño pudiera ser tan bueno y de inmediato querían invitarlo a otros eventos para ayudarlo a crecer deportivamente. Los mexicanos se quedaron unos días en LA, y Lozano, quien había hecho buenas migas con ellos, ordenó una larga entrevista para su periódico. Habló con el capitán Sherman ‘Red’ Crise, organizador de las carreras de Bahamas y logró obtener invitaciones para los Rodríguez para la Semana de la Velocidad de Nassau, a fin de año, y los convenció de ir. Pedro y Ricardo aprovecharon para visitar concesionarias de autos, pues Pedro quería comprar un Ferrari TR 500 de 2 litros en la Ferrari Representatives of California en Hollywood, donde el gerente era el mismo Ginther. También compraron en la tienda de artículos de automovilismo que había sido de Ernie McAfee, en Sunset Blvd., guantes y cascos, modelos que costaban 35 dólares más 10 de una visera envolvente de plástico, mismos que no se conseguían en México. Antes de irse invitaron a todos a Acapulco con motivo de la regata de febrero siguiente entre San Diego, California y Acapulco, y varios les tomaron la palabra. En esa quincena, en el MotoRacing salió una columna de Vignolle que decía que había visto al “futuro campeón mundial de Fórmula Uno de 1963”, en referencia a Ricardo. Desde entonces no dejaría de ser uno de sus principales impulsores.