Cuando Michael Schumacher se retiró en 2006, Sebastian Vettel ni siquiera estaba en la Fórmula Uno, era el probador del equipo BMW-Sauber y estaba destinado a correr la FR3.5 en 2007, de la cual fue sacado a media campaña para unirse a la escuadra de F1 en el GP de EUA en Indianápolis, como reemplazo del accidentado Robert Kubica, y respondió con un sitio en los puntos (octavo).
Pero antes del final de la campaña, Red Bull Racing (RBR) –en cuyo programa juvenil estaba desarrollado el joven alemán desde 2004– pediría permiso a BMW para subirlo a uno de sus autos de la Scuderia Toro Rosso a partir del GP de Hungría, como reemplazo de Scott Speed, el estadounidense que nunca dio resultados. BMW aceptó y Sebastian debutó antes de cumplir 20 años en la F1 con el antiguo equipo Minardi, ahora sucursal del RBR. Su llegada se tomó como uno más de los intentos del programa juvenil de RBR de encontrar un piloto de calidad y el alemán dio el ancho pronto. En Japón ya peleaba la punta y en China quedó cuarto, su sexta ronda con la escuadra de Faenza en la categoría máxima, lo cual le valió colocarse en el sitio 14 al final de la campaña, a pesar de correr menos de media temporada.
El potencial estaba presente, pero en RBR había escepticismo porque habían tenido muchos intentos y ningún éxito aún. Vettel inició 2008 emparejado con el tetracampeón de IndyCar, Sebastien Bourdais, y en cuanto tuvieron el auto nuevo, el STR3, empezó a dar resultados. Luego llegó la calificación especial en la lluvia de Monza, cuando le dio al equipo su primera PP y procedió a rematar el domingo con un triunfo dominante, con una seguridad que parecía de alguien mucho más experimentado.
Los augurios de grandeza se habían cumplido y, por fin, Helmut Marko producía un diamante para el programa juvenil de RBR, tras muchos zirconios. Pero además, la escuadra menor lograba un triunfo antes que la mayor, la inglesa con sede en Milton Keynes. De inmediato Vettel fue firmado para 2009 en RBR, donde sería acompañado por el veterano Mark Webber. Sebastian terminó el año octavo, mejor que los pilotos de RBR, con lo cual mandaba un mensaje acerca de quién sería el futuro del equipo austriaco.
En 2009, con un RB5 diseñado por el genio Adrian Newey, Vettel dio su primer triunfo a RBR en apenas su tercera carrera, el GP chino, y aunque la ventaja de Brawn al ganar seis de las siete fechas iniciales fue mucha, Sebastian ganó otras tres veces y llevó la pelea por el título contra Jenson Button hasta la parte asiática del campeonato, con lo que logró quedar subcampeón en su segunda campaña completa en F1.
El escenario estaba listo y en 2010 Vettel volvió a tener una montura de Newey, que mejoró hacia el final de la campaña, y le permitió lanzar su reto al Ferrari de Fernando Alonso tras ganar en Japón. Pero su motor Renault voló en Corea cuando dominaba y Vettel precisaba ayuda. Ganó en Brasil y luego en Abu Dabi llegó tercero, detrás de Webber y Alonso, pero Ferrari cubrió a Webber y Vettel se coló al primer lugar para arrebatarles el título, que ganó desde la punta.
Su mote de “Baby Schumi” surgió con más fuerza, aunque el heptacampeón –su ídolo desde niño– estaba de regreso en la F1 con Mercedes. Pero Vettel manejaba con la seguridad y el aplomo de su compatriota en sus mejores tiempos y adquiría habilidades mayores con cada gran premio.
En 2011 Sebastian empezaría a cimentar su historia con un año de 11 triunfos, dominante con un RB7 eficiente por su difusor soplado, que aprovechaba las características de manejo del teutón para contar con más agarre aerodinámico que los diseños de otros equipos; hasta que intervino la FIA y prohibió esa ayuda. En 2012 la campaña fue más dura, incluida una batalla interna con Webber, quien sentía que ya era su turno de ganar y elevó su juego. Vettel tuvo una racha de cuatro triunfos en la parte asiática, con lo que tomó la punta, pero llegó a Brasil necesitando un resultado bueno. En la primera vuelta tuvo un trompo que lo dejó a medio pelotón y sólo la suerte y la habilidad de Kobayashi le permitieron sobrevivir y quedar en sexto sitio para lograr su tercer título, pues Alonso no pudo ganar y quedó a tres puntos de Vettel en la clasificación final.
2013 inició con un podio y luego la controversia en Malasia, cuando desobedeció órdenes de equipo para rebasar a Webber y ganar, lo que provocó problemas internos y exhibió una debilidad de Sebastian. Su mala atención a las redes sociales, donde fue crucificado por arrogante –quizás también había aprendido eso de “Schumi”– por los fanáticos de habla inglesa. Vettel no supo responder. Eso haría que se volviera más protector de su vida privada en el futuro y, aunque maneja los medios, no lo hace con soltura ni con la simpatía que muestra su carácter en persona. Eso hace que muchos lo consideren una sombra pálida de Schumacher, cuando es un campeón grande por derecho propio.
En la pista nada cambió y Webber no fue rival, además de que el RB9 se desarrolló a la perfección y Seb ganó las nueve carreras finales del año para implantar récord de puntos conseguidos y empezar a ser considerado como uno de los grandes, al ser apenas el cuarto tetracampeón en la F1.
Mark no se quedó para 2014, con el cambio de reglas, y a su sitio llegó de Toro Rosso otro australiano, Daniel Ricciardo. Pero el motor Renault no funcionó, menos cuando se comparaba con el poderoso, frugal y brutal Mercedes. Apenas rescató cuatro podios en el año, sin triunfos, y varias veces declaró no estar contento de pelear por el sexto sitio. Su desánimo era tal que fue batido por un coequipero por única vez en su carrera. Acabó quinto en el año, sin ganas de seguir con RBR, que reconoció no haberle dado algo a su altura.
2015 trajo un cambio brutal al firmar con Ferrari, que no había ganado en 2014, lo que provocó en Alonso una sensación similar a la de Vettel en RBR, y los críticos vieron que Seb emulaba los pasos de “Schumi”. Llegaba a Maranello para sacarlos del abismo y liderarlos de regreso a una era de gloria. O cuando menos ese era el plan, pero no contaban con que Mercedes seguía agresivo y, aunque Vettel ganó tres veces en el año, los de Stuttgart se llevaron el campeonato por mucho. Llegó 2016, cuando el paso adelante de Ferrari no se dio, perdieron a su director técnico y el auto dio bandazos. Siete podios fueron un resultado magro para Vettel, quien no ganó, como tampoco lo hizo su coequipero, Kimi Raikkonen, y terminó cuarto, superado por Ricciardo y el RB12, pero sabedor de que el equipo le había fallado tácticamente, pues debió ganar cuando menos en Australia, quizás en Canadá, si no hubieran tomado las decisiones erróneas.
La frustración lleva a que la boca hable de más, como sucede con Alonso, pero Ferrari es otra cultura y Vettel entendió, o lo hicieron entender, que era mejor callar y buscar cómo mejorar en conjunto, sin acusar y señalar culpables de las fallas. El equipo se rehízo y en la pretemporada 2017 mostró un avance notable, que fue ratificado con dos triunfos de Seb en las primeras tres carreras de la campaña naciente. Ahora el enemigo no estaba dentro, era externo, y tenía tantos recursos como Ferrari, o más. Era un piloto veloz y completo, Lewis Hamilton, quien ya había pasado a Seb en las estadísticas de F1 con la magia germana a su disposición. Lo que estaba en juego era su legado, que la era post Schumacher llevara su nombre y no el de algún otro piloto con menos títulos… pero más triunfos.
Para que sea la ERA DE VETTEL, Sebastian necesita ser tan bueno como su rival de Mercedes, pues la regla natural es que el equipo germano ya llegó a su cénit y Ferrari, en cambio, va en ascenso. Para Seb batir a su coequipero no es problema, –Kimi es un escudero amistoso–, pero ya no se le mide por eso, sino porque logre igualar y vencer a los Mercedes en la batalla por el título. Los supuestos inferiores que derrotan a los equipos superiores son los que perduran en la mente de los fanáticos; los ganadores perennes aburren, como recordamos con el propio “Schuminator” en su era de 2000-2004. Es elemental ganar el quinto título –que lo empataría con Fangio–, pues de otra forma esta era vendría a ser conocida con dos o tres nombres de los mejores, como lo fue la de los cuatro grandes, y no con el suyo.
Tiene además la ventaja respecto a Hamilton de contar con menos puntos negativos en su presencia y porte como campeón. Es visto como un embajador para gente de todas las edades y su asociación con Ferrari es otro punto adicional para su popularidad, aunque Vettel siga siendo reservado a la hora de promoverse como el grande que es, todo lo contrario a su rival británico. Tiene además la juventud para acercarse a los récords del heptacampeón, sin techo por el momento, pues no cumple 30 todavía.
¿Entonces es la era de Sebastian Vettel? Podría serlo, pero tiene que ganarle a Lewis en títulos y, de ser posible, en carreras ganadas para no compartir la era y poder pasar a ser considerado al nivel de Schumacher, aunque él insista en que no es el “nuevo Schumi”, sino el “nuevo Vettel”, con ese humor seco que lo caracteriza.