Por: Carlos E. Jalife Villalón
Hasta el 24 de marzo, muchos dudaban todavía acerca del valor real de Sergio Pérez. Incluso en estas mismas páginas reprodujimos un artículo de Autosport en el que se decía que era un piloto que pagaba su asiento, mientras se argumentaba que Paul di Resta había llegado por méritos propios a la F1, como si Mercedes no lo hubiera puesto ahí por ganar el DTM; digo de subcampeón GP2 a campeón DTM, cien de cien irán con el piloto de GP2, pero bueno ya saben que los británicos hablan bien de los suyos, lo cual es una diferencia interesante con los mexicanos, que muchas veces prefieren hablar mal de los coterráneos para no ser acusados de patrioterismo, con la excepción de cuando se trata de la “decepción nacional”, también conocida como los “ratones verdes”, a la cual es deber apoyar en las (escasas) buenas y en las (muchas) malas o ser juzgado por traición a la patria.
En México prevalecía la opinión entre los desconocedores de que Sergio no era muy bueno porque acababa en décimo o por ahí, siempre. De risa, ¿no? Hay una estadística comparativa interesante, un jugador cualquiera, que esté en la plantilla de un gran club de futbol europeo, será apenas uno de 25, en una liga en la que habrá 20 equipos (500 jugadores), que compite con otras tres o cuatro ligas del mismo nivel (otros 1500 o 2000 jugadores de calidad comparable) en Europa, y quizás un par más (Argentina y Brasil) en el mundo (otros 1,000). Un piloto que está en un equipo de Fórmula Uno, como Sergio, es uno de los 24 mejores del mundo y si no está en los tres equipos coleros, es uno de los 18 mejores del mundo y no hay nada comparable a la F1, no hay otra serie igual o similar. La perspectiva es muy distinta de uno de 3,000 y uno de 24, no es comparable, pero cada quien vitorea lo que quiere según sus gustos.
Entre los expertos hubo muchos que nunca observaron el GP de Australia de 2011, y menos la entendieron, achacando su desempeño –debut en séptimo– a la irregularidad del auto, lo que a la postre provocó la descalificación. Y en el GP de Australia 2012 volvieron a desechar el resultado como una táctica que no funciona en circunstancias normales. Pero el 25 de marzo ya nadie pudo opinar en contra, excepto aquellos que son pagados por hacerlo o los que esperan ser pagados para alabar.
En Malasia, Checo se volvió Don Sergio, así con mayúsculas y demostró que es un pilotazo. Y los criticones, que no críticos, dicen que fue una carrera atípica, que el resultado no se repetirá, lo cual es probablemente cierto, pero cuando dicen que eso no indica que Sergio haya crecido, entonces es cuando hablan de la forma y no del fondo. Es imposible no darse cuenta que, si bien una decisión estratégica lo llevó al grupo puntero emparedado entre los McLaren y los Red Bull en Sepang, la decisión no fue la que lo mantuvo adelante en la pista, esas fueron sus manos. Y cuando todos pensábamos que Lewis Hamilton lo iba a doblegar fácilmente, no sucedió y sí, en cambio, vimos que Sergio dobló a Lewis décima a décima, especialmente en el sector sinuoso –el 2– que exige muchísimo manejo. Luego le repitió la dosis a Fernando Alonso, al cual le quitó como 18 segundos en tres oportunidades –antes de la parada final, después de la parada final y después del despiste– aunque no pudo batirlo. Su manejo fue casi impecable, fino, cazando al contrario, similar al que vimos en vivo en Silverstone en 2011, otra carrera con lluvia en la cual Nico Rosberg tuvo que hacer acopio de toda su habilidad para mantenerlo a raya, con un Mercedes muy superior al Sauber.
Marquen el 25 de marzo de 2012 en sus almanaques, porque ese día Checo Pérez se dio a conocer al mundo como el gran piloto que es. Ahora los medios británicos ya no dicen que es un piloto que paga por su asiento, sino que es un buen piloto con merecimientos propios y buenos apoyos financieros, como lo son todos. Vettel llegó porque Red Bull lo puso ahí, punto y el germano respondió con creces. Igual a Hamilton, el capricho de Ron Dennis lo sentó en McLaren en 2007, pero respondió de inmediato y ahí sigue como uno de los intocables.
Sergio había ido mejorando paso a paso, pero ya está corriendo en forma intuitiva, en la zona en que el progreso se da apresurado y los autos se quedan rezagados. Quizás, finalmente estemos viendo al primer mexicano campeón de F1. Su potencial es grande y simplemente necesita que los dados caigan en las circunstancias adecuadas para llegar a la cima. El talento está ahí.