Hace exactamente 50 años, cuatro pilotos de F1 murieron en incidentes consecutivos separados por 30 días. En 1968, de abril a julio, en el deporte motor hubo un frenesí brutal pensando quién sería el próximo. Pero en septiembre, como recuenta NUESTRO HISTORIADOR EN JEFE,  pasaron los primeros ocho días sin un deceso y la calma retornó a las pistas…

UNA RACHA MORTAL

Todo empezó en abril cuando Jim Clark, el bicampeón de F1 y quizás el mejor piloto de la historia, murió en una carrera de F2 en Hockenheim. Un mes después Mike Spence, su reemplazo para la Indy 500, murió en las pruebas de la clásica de 500 Millas; pasó otro mes más un día y el campeón europeo de montaña y ganador del GP de Italia en 1966, Ludovico Scarfiotti, pereció en la subida a la colina de Rossfeld en Alemania; 30 días después la parca se llevó a Jo Schlesser, el francés debutante con Honda en el GP galo.

En tres meses exactos murieron cuatro pilotos de clase mundial, nunca visto antes, y en un deporte de tanta superstición como el automovilismo, se pensó en suspender las carreras o al menos aplazarlas pues los accidentes se presumían como presagio de un final que, afortunadamente, no llegó. Pero en mente de todos quedaban las palabras de Dan Gurney: “Si Jim murió, ninguno de nosotros está a salvo”.

 

Clark fue granjero hasta el final de su vida. Incluso cuando tuvo que emigrar a París por materia impositiva, en sus visitas a Gran Bretaña acompañaba a su padre a la venta de ovejas en Escocia y pensaba regresar a esa vida cuando se retirara de las pistas, pues era el único varón de la familia y le tocaba hacerse cargo de la granja.

A inicios de 1968 en el GP de Sudáfrica superó el récord de victorias en F1 de Juan Manuel Fangio con su vigesimoquinta, en apenas 72 GPs. Ya tenía el récord de PPs y de VRs más un par de títulos ganados en 1963 y 1965, y los de 1962 y 1964 perdidos en la carrera final del año, ambos por fallas que vaciaron el aceite del motor de su Lotus.

Había ganado la Indy 500 liderando 190 de las 200 vueltas y tenía un podio en Le Mans. La gente de NASCAR le rogaba que participara con ellos y él competía por compromisos comerciales de Lotus con Ford en los turismos británicos con un Ford Anglia, luego un Cortina. Cuando podía, también corría la F2 europea o la serie Tasman en Australia y N.Z.

Ganó la serie Tasman en enero y febrero de 1968, después de su victoria 25 de F1 en Kyalami, y su Lotus –la única escudería con la que había corrido– en Oceanía había aparecido con los colores del patrocinador, los cigarrillos Gold Leaf, en rojo y dorado, en lugar del tradicional verde con amarillo que había usado hasta Kyalami. El 7 de abril tenía una cita en las 6 Horas de Brands Hatch con el Alan Mann Racing, cuyos prototipos Ford P68 querían pelear el mundial de marcas, pero Mann nunca confirmó y Clark aceptó correr la fecha de F2 con Lotus en Hockenheim, el antiguo circuito de más de 6.8 km.

El fin de semana fue lluvioso y la gente de Lotus no encontraba la puesta a punto correcta. Una falla en el encendido no cejaba y le impidió calificar bien para la carrera que se disputó en dos mangas. Peleaba a medio pelotón en el quinto giro de la primera serie cuando una llanta sufrió un pinchazo lento, quizás al pasar por los restos de un incidente anterior. Clark enfiló a la primera chicana del circuito y cuando el auto hizo un extraño por la llanta, él corrigió y el auto salió disparado contra los árboles a unos 160 kph. Murió del impacto y con él partió la inocencia de un deporte que luego se volvería una entidad comercial con autos como anuncios y miles de millones de presupuestos anuales.

Clark ostenta algunos de los récords más impresionantes, como el de ocho Grand Slams (Chelems), o sea liderar todas las vueltas de un GP habiendo salido de la PP, consiguiendo el triunfo y la VR. También haber liderado el 71.5% de todas las vueltas disputadas en una campaña de F1. No se diga obtener el 100% de los puntos posibles en disputa en una campaña. Ganar cuatro GPs con el mismo juego de llantas por su manejo suave, que lo hacía no gastarlas en frenadas o arrancones inútiles. Los tiempos cambian, pero algunos son para todos los tiempos porque trascienden la vida y se vuelven inmortales. Jim solo quería ser un granjero, pero resultó el mejor piloto de la historia.

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