Dario Franchitti no merecía que su cuarto título se manchara de tristeza, reflexiona
CHARLES BRADLEY

Desde una perspectiva deportiva, es una lástima que Dario Franchitti recordará siempre su cuarto título de IndyCar en el contexto del accidente fatal de Dan Wheldon en el cierre de Las Vegas, que ensombrece la temporada.

Franchitti, aparte de su paso por NASCAR en 2008, ha ganado el título IndyCar en sus últimos cuatro intentos. Tiene un coequipero bicampeón, Scott Dixon, y un némesis real en Will Power, de Penske.

Este año, como el pasado, fue llanta a llanta con Power. El liderato en los puntos se alternó seis veces. Luego chocaron en Toronto y Power se trompeó del liderato. Justo cuando pensaban que Franchitti lo tenía ganado –62 puntos de ventaja luego de MidOhio– llegó su peor racha de la temporada, que culminó en un movimiento tonto sobre Ryan Briscoe en Motegi que le pudo haber costado la corona. Eso mandó a Power de regreso al liderato, pero el sitio se invirtió nuevamente en la siguiente carrera en Kentucky. Power fue arponeado por un rezagado y el segundo lugar logrado por Franchitti virtualmente le aseguró el título.

Power se vio impresionante por momentos, sobre todo en calificación, donde ganó ocho PPs. Ganó más carreras que Franchitti (6-4), pero Dario tuvo la ventaja en vueltas lideradas (884-518). La intensidad de la concentración de Power tuvo sus momentos ríspidos, calificando a Franchitti de “sucio”, “suertudo” o diciendo “nunca lo penalizan” en la temporada. Su saludo al control de carrera, a dos manos con los dedos medios levantados, tras la debacle de New Hampshire –la carrera se reinició cuando llovía, causando un choque múltiple– lo convirtió en un héroe a ojos de muchos.

Más allá del dúo dominante, Dixon fue fácilmente el mejor entre el resto. Dos triunfos, MidOhio y Motegi, en que tuvo esa eficiencia despiadada que simplemente le faltó en otros lugares. Oriol Serviá y Tony Kanaan redondearon los primeros cinco, al tiempo que sus carreras tambaleantes finalmente encontraron las oportunidades que realmente merecían. Otros ganadores fueron los del trío de Andretti Autosport: Marco Andretti (Iowa), Mike Conway (Long Beach) y Ryan Hunter-Reay, en New Hampshire, donde Serviá objetó que él ganó realmente. El triunfo inspirador del año fue el de Ed Carpenter, en campaña parcial, para el Sarah Fisher Racing en Kentucky. Los que anduvieron debajo de su nivel fueron los coequiperos de Power en Penske, Ryan Briscoe y HelioCastroneves.

El otro ganador, por supuesto, fue Wheldon. Habiendo perdido su asiento de tiempo completo, el ganador de la Indy 500 en 2005 se alineó con Bryan Herta y su equipo pequeño para la carrera de monoplazas más grande de EUA y la ganaron de forma fantástica. tras que JR Hildebrand juzgara mal un rebase y se estampara en el muro en la curva final. Además de desarrollar al Dallara de próxima generación, que ostenta sus iniciales como tributo, Wheldon había firmado un acuerdo para regresar al equipo de Andretti en 2012, luego de encantar a su patrocinador, Go Daddy, con esa burbujeante personalidad que todos vamos a extrañar.