2016_nissan_maxima_01-(1)

Avant garde

El Maxima es el estandarte de Nissan en varios mercados, especialmente en Norteamérica y algunos países de Asia. Es un sedán basado en la plataforma “D” del grupo, lo que estrictamente quiere decir un auto mediano, aunque con sus casi 5 metros de largo es catalogado como vehículo de tamaño grande o “full size car” en mercados como el de EUA. Vive su octava generación, aunque a México llegó desde la tercera, por ahí de 1990. Su nombre, sin embargo, existe desde 1980 cuando era conocido como Datsun Maxima. Lo más atractivo del modelo es su apariencia exterior, que presume un diseño poco convencional y muy alejado de lo que Nissan viene haciendo desde hace años, a diferencia de marcas más conservadoras que mantienen el trazo maestro con pocos cambios. El Maxima opta por líneas exageradas y proporciones que obligan a voltear a verlo. Destaca el frontal y cada uno de sus componentes: cofre, parrilla, faros y fascia no pueden ser más rebuscados, y aunque no sean del gusto de todos, están ayudando a venderlo mejor que las generaciones anteriores.
El costado es algo menos escandaloso hasta que llegamos con la vista al poste “C” y la forma de las ventanas. No hay un auto que se le parezca; si acaso algún Citroën de hace años pudiera ser algo similar. Los rines son algo más convencionales, y tienen un diámetro de 18” en dos de las tres versiones disponibles. La intermedia las ofrece de 19 porque al ser más deportiva que las demás.
La versión que probamos se llama Exclusive, y es la más completa de la gama. Tiene asientos con memoria, calefacción y ventilación, acabados de piel, aluminio y madera; techo panorámico de cristal, pantalla táctil, navegador, cámaras trasera, frontal y laterales; climatizador automático, control de crucero con radar, cortinilla trasera eléctrica, faros de xenón, etc. Por su parte, tanto materiales como ensambles son de calidad, sin ruidos ni vibraciones importantes. Sin embargo, se nota ese esmero presente en las marcas alemanas de lujo; no llega a ser premium. Y aunque el interior es amplio y cómodo, no hay tanto espacio como pudiera esperarse para su tamaño.
Monta el conocido V6 de 3.5 litros que le ha dado buenos resultados a la marca durante años, solo que con modificaciones para mejorar consumo, bajar emisiones y ganar potencia. Ahora entrega 300 caballos, que llegan a las ruedas delanteras vía una transmisión automática de variador continuo –o CVT– que funciona bastante bien, a diferencia de cajas similares que resultan nefastas por esa inherente sensación de patinado constante. No es perfecta, y se mantiene alejada del desempeño de una de embrague doble, pero se agradece el resultado de su puesta a punto. Acelerando a fondo necesita menos de 9 segundos para llegar a 100 kph, entregando además un sonido gutural proveniente del motor que no desentona. No es que sea un deportivo, pero al menos la sensación al volante es acorde a la imagen del coche.
Como buen sedán destinado a mercados como el de EUA, el Maxima está pensado para rodar sin complicaciones en autopistas planas y de muchos carriles. Porque fuera de ese entorno empieza a sufrir, basta con encarar una carretera de montaña llena de curvas para que su peso y dimensiones se hagan presentes a cada momento. Notamos incluso un nerviosismo en el eje posterior que obliga al control de estabilidad a trabajar tiempo extra, así como transferencia de peso algo violenta.
El Maxima es un auto que destila exuberancia, al menos en las formas. La calidad en general es buena y los niveles de equipamiento y comodidad son los esperados, con un manejo satisfactorio siempre y cuando no busquemos sus límites. Sin embargo el precio nos parece algo elevado, pues supera la barrera de los 600 mil pesos, terreno completamente de autos premium, aunque no sean tan grandes. Si no se quiere salir de la marca, un Infiniti Q50 cuesta casi lo mismo en un paquete mejor conseguido en todos los aspectos, aunque con formas menos vanguardistas. Cuestión de gustos.
VÍCTOR ORTIZ