Cada día, durante meses, la rutina era la misma. Había entrenamiento, pero para Alex Zanardi, eso solo era una parte de su preparación para los Paralímpicos de Londres. Lo más importante venía después. Llevaba su bici a la bodega del jardín, que había convertido en una especie de caverna del ciclismo de mano, se acomodaba en el suelo, tan solo para observar la bici y pensar. Pasaban horas hasta que lo llamaban a cenar.

“No sabes cuántas horas pasé sentado en el suelo viendo mi bici”, dice Zanardi. Ese tiempo fue usado en un diálogo interno entre Zanardi el ciclista/atleta y Zanardi el ingeniero/artesano. El problema que intentaba resolver era la transferencia de potencia de los pedales a las ruedas.

Los atletas con cuerpo completo tienen más o menos el mismo tipo de cuerpo, así que optimizar una bicicleta convencional se reduce a mover un par de componentes pocos milímetros hacia algún lado. No es el caso de los Paralímpicos, donde factores tales como el nivel de amputación pueden afectar todo, desde el peso hasta la posición del asiento. Eso quiere decir que se pueden tener ganancias enormes si un ciclista puede desarrollar un vehículo que explote perfectamente sus fortalezas.

“Intentaba imaginarme en una posición diferente en la bici”, dice Zanardi. “En el paraciclismo, tus necesidades son muy diferentes a las que otros atletas. La bici que sea buena para mí, puede que no sea tan buena para otro atleta. Es ahí donde pienso que el año pasado no solo fui capaz de igualar a mis oponentes, sino de superarlos. En sus mentes, el entrenamiento era la única área donde ellos podían ganar tiempo. Ciertamente, trabajé muy duro en ese departamento, pero también ayudó que, al desarrollar mi vehículo, descubrí una posición de asiento que me permitía desplegar mis talentos en la mejor forma posible”.

La bici que Zanardi desarrolló en conjunto con Dallara para Londres nació del trabajo de personalización que el italiano de 46 años había hecho con sus bicis previas los dos años anteriores. En la mayor parte de su carrera paralímpica reciente, Zanardi había tenido gran éxito con bicis construidas a la medida por el fabricante suizo Carbonbike. Estas bicis ya estaban ampliamente personalizadas, incluyendo una versión inicial del monocasco distintivo de su bici de Londres.


“Trabajé mucho para fabricar el primer asiento a partir de un molde en un pequeño taller de unos amigos cerca de Bolonia”, dice. “Ellos trabajan con la fibra de carbono para otros propósitos, así que fui con ellos con el molde y de ahí hicimos el primer asiento de fibra de vidrio. Luego lo usamos como el molde para hacer el asiento de fibra de carbono, que es básicamente una especie de zapatilla de la Cenicienta porque probablemente yo soy el único que cabe en él”.

Fue en ese punto que Zanardi sumó la ayuda de Dallara para transformar su bici, de un grupo de componentes colgando de un cuadro enfocándolo como un todo. Dos medallas de oro individuales y una plata en el relevo hacen sospechar que la unión funcionó.

Pero tal como Lance Armstrong escribió, no es la bici. Al menos, no del todo. En el caso de Zanardi, la otra clave fue la técnica. “Mis piernas, mis muñones, son muy cortos, así que es difícil (lograr el impulso) para transferir potencia (a los pedales)”, dice.

“Pero para mí, encontramos algo muy eficiente, porque a través de la prueba contrarreloj, empujé los pedales más de lo que los jalé. Esto es algo que me permite estar en una postura que es muy aerodinámica, y por lo mismo soy un gran tiempista. Pero también soy un muy buen velocista, porque cuando se trata de dar todo lo que tengo en los últimos 20 segundos de la carrera, comienzo a jalar más fuerte de lo que empujo, y la forma en que lo hago es apretando todos los músculos de mis glúteos y puedo hacer unos cuantos segundos. Sería muy desgastante hacerlo por varios minutos, pero si es solo por 20 segundos, lo puedo hacer. Uso músculos que no se han usado en el 99% de la carrera, así que estoy relativamente fresco para esa clase de esfuerzo”.

Zanardi ha tenido que aprender rápido su nuevo deporte, pero no es exagerado decir que lo ha mejorado. Además de repensar la bici, contrató un nuevo entrenador y adoptó una nueva filosofía de entrenamiento en preparación para los Paralímpicos, y sigue trabajando en descubrir qué tanto potencial sigue desaprovechado.


“Ha sido un proceso muy rápido. En dos años fui de saber nada a ganar dos medallas de oro”, dice. “No era el más joven y no era superior en ninguna otra área. Pero fui capaz de integrar la mayor parte de mi entrenamiento, el desarrollo del bici, y el equipo. No fue solo porque me apellido Zanardi y tengo acceso a un túnel de viento. Es porque encontré la forma de evaluar la diferencia entre todos estos elementos que es mucho más eficiente que el túnel de viento. Pero no te diré cuál es, ¡porque ese es mi secreto!”

Esas parecen buenas noticias para cualquiera al que le guste ver a tipos corriendo arriba de 65 kph usando potencia manual, y malas noticias para cualquier paraciclista que tenga como objetivo los Juegos de Río 2016.