Es el último de los grandes volantes de NASCAR y tras seis títulos está cerca de empatar a Petty y Earnhardt en ese rubro, pero ¿qué más necesita para convertirse en una leyenda? Eso es lo que analizamos y te decimos por qué todavía no llega

En Miami en noviembre de 2013 Jimmie Johnson, también conocido como “JJ”, alcanzó su sexto campeonato de la serie premier de NASCAR y ahora inicia 2014 con la posibilidad de igualar a los legendarios heptacampeones: el “Rey” Richard Petty y Dale ‘Intimidador’ Earnhardt. Pero a la vez, JJ está lejos de igualar su trascendencia en el deporte y es ahí donde tiene que subir su nivel de juego.

En la pista, Petty era un competidor brutal que lideraba desde el frente con un estilo suave y fluido, mientras que Dale era el maestro del control del auto en terreno cerrado con autos adelante atrás y a los lados ejecutando maniobras que obligaban a los rivales a evaluar si querían seguir en carrera, de ahí el apodo de Dale. Mientras tanto, Johnson es un piloto adaptable con una excelente puesta a punto que siempre está en la pelea y rebasa con decisión para dejar atrás a sus rivales minimizando la pelea. La Caza por la Copa, o sea, la liguilla final de 10 carreras con los mejores 12 pilotos en los puntos que fue instituida en 2004, parece haber sido escrita para JJ, quien es un piloto constante que siempre está al frente, gana algunas, saca puntos buenos y califica sin problemas a la Caza tras 26 carreras. Una vez ahí, es brutal y gana muchas y queda bien en el resto, lo cual le ha dado seis títulos, cinco de ellos consecutivos entre 2006-2010. Pero en 2012, el único año en que alguien lo retó y lo hostilizó –Brad Keselowski– perdió el título ante su retador y quedó fuera de contención tras un error en la penúltima fecha. Mientras Petty y Earnhardt se crecían ante los rivales que los retaban, Johnson prefiere no tener combate cuerpo a cuerpo o más bien auto con auto, con nadie. De hecho, no hay una rivalidad que tenga en sus 12 campañas que haya trascendido siquiera unas cuantas carreras. Quizás, por eso no es tan popular y la gente no lo considera, ni cerca, de los legendarios Petty y Earnhardt.

Pero aunque fue el que debutó más tarde de los tres, lo hizo cuando tenía apenas cinco campañas corridas en series menores y la gente de Hendrick Motorsport detectó rápido su talento y lo subió a la serie principal de NASCAR en el cuarto auto de la escuadra, el cual desde entonces se volvió el primero pues JJ va 6-0 contra sus tres coequiperos en cuanto a títulos desde que llegó a Hendrick. Su estilo es implacablemente invisible: parpadeas y JJ está en la punta alejándose. No recuerdas que haya rebasado a muchos para lograrlo, no intercambió laminazos con nadie más, y no estaba ahí al inicio, pero ya está y ni los rivales ni el público saben cómo lo hizo. Invisiblemente implacable, si lo prefieren.

Page_065_Image_1

Jimmie Johnson es el prototipo del atleta profesional moderno: entrena y es fanático del acondicionamiento; no emite exabruptos en los medios; no se engancha ni se pelea con otros pilotos; cumple sus apariciones de patrocinio religiosamente, atiende a los fanáticos que le solicitan una foto o una firma; dialoga intensamente con su jefe de equipo Chad Knaus, para poner a punto el auto y, si no le atinan, se adapta y maneja con su usual destreza. Vive una vid a muy privada, sin escándalos, trabaja con el equipo sin problemas y tiene el mismo patrocinador desde hace 12 años. Si se hiciera un piloto robot, se podría modelar con sus características y los ingenieros lo amarían, pero ¿y los aficionados?

Todos lo respetan, saben que es un gran piloto y un gran campeón, pero parece no entusiasmar en la forma en que lo hacen las leyendas. Sus estadísticas son buenas, su manejo impecable, y todavía no cumple 40 por lo que le quedan al menos cinco años buenos al más alto nivel, en los cuáles construir la leyenda. Quizás le ha tocado una era en que las ventas de boletos y los ratings de televisión para las carreras de NASCAR han empezado a decrecer, quizás es que en la sociedad moderna necesitas ser un poco controversial para brincar los parámetros y trascender. O buscarse un Lex Luthor que, de repente, le dé una dosis de kriptonita, aunque ya sabemos que en esa historia –como en la de Superman– JJ siempre ganará al final.

¿Merece ser el tercer piloto legendario de NASCAR? Sí, pero no sólo es cuestión de merecerlo, hay que ganárselo en la pista… y en la tribuna.

Page_065_Image_2