El BMW i8 es un coupé biplaza híbrido enchufable adelantado a su tiempo como pocos autos. De hecho, nunca habíamos probado un auto que llamara tanto la atención por sus formas. Es sencillamente espectacular desde donde se le mire. Es de esos coches que parece concepto de autoshow o que si nos dijeran que es modelo 2024, lo creeríamos sin problema. Y, por si no fuera suficiente con la silueta y las entradas y salidas de aire, las puertas abren hacia arriba en una mezcla de movimientos entre las de un Lamborghini Countach y un Mercedes 300Sl. Para rematar ese aspecto espectacular, se puede apreciar la fibra de carbono con la que están fabricados tanto chasis como carrocería; justo al abrir las puertas vemos este material en los marcos de las mismas, así como en el bastidor, y queda perfectamente expuesto en el techo, como en el M3.

¿Se puede considerar el pináculo del diseño y la ingeniería? Voto afirmativamente por varias razones, además de las formas y los materiales, como la mecánica. Combina un motor tricilíndrico de 1.5 litros (básicamente la mitad del seis en línea de 3.0 litros que lleva el M2), que entrega 231 caballos y se encarga de mover las ruedas traseras. A éste se suman motores eléctricos gemelos que dan vida a las ruedas delanteras y cuya potencia adicional ayuda a que la cifra total sea de 362 caballos, con una autonomía de 600 kilómetros, de los cuales 37 son en modo eléctrico (es una cifra teórica, la realidad es entre 20 y 25 km). El dato de la autonomía total es en condiciones prístinas de homologación, por lo que es una mera referencia.

Una vez en marcha, lo primero que sale a relucir es que la suspensión del i8 es dura, de recorridos cortos, pero no molesta a los ocupantes al circular sobre imperfecciones del pavimento; podemos decir que es cómodo para ser un deportivo. Además no pega mucho en topes o rampas, como podría pensarse. A esta buena calidad de marcha también contribuye la dirección eléctrica, que a decir verdad nos ha parecido un tanto sobreasistida, principalmente a baja velocidad. Es claramente más suave que en otros modelos de BMW y no es tan rápida; sin embargo, sí es muy precisa y permite que pongamos el coche justo donde se quiere.

En pavimentos de buena calidad el i8 se nota ágil y muy ligero (con sus 1,490 kg). Se apoya muy bien en las curvas, entra y sale con soltura, mejor que otros “be eme” de tracción trasera. Pero esto no es constante, ya que la respuesta en curva puede llegar a ser errática en función de cómo trabajen los dos motores. La forma en la que empujan hace que la trayectoria cambie y se necesiten correcciones pequeñas. Nada grave. Sin embargo, la buena experiencia de conducción se afecta notablemente cuando el asfalto está maltratado. Esa gran naturalidad y rapidez con que tomaba las curvas es reemplazada por una serie de correcciones que hacen los controles de tracción y estabilidad sobre los frenos y los motores. Digamos que es muy europeo.

El sistema híbrido permite un manejo muy ágil, con aceleraciones intensas e inmediatas. Y, por el contrario, si la batería tiene carga, es posible circular en un ambiente relajado, casi sin ruidos ni vibraciones. Llama mucho la atención el sonido que emite el motor de tres cilindros, pues si bien es característico para el número de pistones, resulta más grave, por momentos casi como si fuera un seis cilindros. Tiene tres modos de manejo a elegir: normal, eléctrico y deportivo. Cada uno se selecciona de manera distinta, el normal es el que se activa por default y éste, a su vez, tiene dos posibilidades: Confort y Eco. El eléctrico tiene su botón específico y el deportivo se obtiene al desplazar la palanca de cambio a la izquierda.

Un deportivo de figura espectacular, tecnología de punta y manejo sofisticado, que sin duda pasará a los anales de la historia de la marca bávara.

VÍCTOR ORTIZ